miércoles, 30 de mayo de 2012

El “Cerebro del mundo”: El Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU



Estados Unidos de América (USA) no solo es sede del imperialismo más poderoso desde el punto de vista po­lítico, militar y cultural-ideológico, sino además el hogar de ciertas mentes dedicadas a pensar para dominar el mundo a como de lugar.

A esos fines sirve el denominado Consejo de Relaciones Ex­teriores, una organi­zación con bajo perfil público, pero con mucho poder y mu­chísima efectividad.

El mismo está integrado por los jerarcas de las grandes em­presas financieras, industriales, comerciales, medios de co­municación, universidades, centros de investigación, insti­tuciones armadas, tecnocracia oficial, funcionarios de alto nivel, ex-presidentes y entidades culturales.

Los objetivos globalizadores han sido bien precisados por la CRE:

  • Creación de un gobierno privado mundial
  • Erosión sistemática de las estructuras de los estados-na­ciones (aunque no de igual manera ni al mismo tiempo).
  • Estandarización socio-cultural.
  • Imposición de un sistema financiero globalizado de ca­rácter especulativo usurario.
  • Alineamiento de la opinión pública mediante una agresi­va acción psicológica desde los medios de comunicación y a escala planetaria.
  • Administración de un sistema de guerra global mediante el permanente azuzamiento contra algún “enemigo”.

El Consejo de Relaciones Exteriores es el cerebro del poder real, ubicado por encima del poder formal que opera desde Washington (Administración, Departamento de Estado, Congreso…). Y ese poder real no pasa por elecciones: necesita continuidad y permanencia más allá los cambios de gobiernos en EEUU para decidir las cuestiones fundamentales de la estrategia de dominación estadounidense:

El sistema de deuda externa diseñado desde ese centro es una mecanismo de saqueo y coloniaje eficaz.

Las “áreas de libre comercio” posibilitan liquidar todos los mercados nacionales y garantizar que la “libre com­petencia” sirva exclusivamente a los monopolios y oli­gopolios.

Las privatizaciones permiten absorber a favor de las cor­poraciones transnacionales las empresas públicas y los patrimonios naturales. Pero no solo. Facilita también la privatización del poder y el avasallamiento de todo lo social y colectivo.

La guerra “antiterrorista” es un magnífico instrumento para conquistar territorios ricos en gas, petróleo, uranio, agua, opio…

Las desregulaciones de las relaciones laborales absolu­tiza las explotación del trabajo asalariado y precariza en extremo el componente trabajo respecto al incremento constante del gran capital.

La imposición de un sistema financiero especulativo, montado sobre la supervelocidad que le imprime la in­formática, multiplica las ganancias usureras desde la propiedad del dinero y posibilita apropiarse de grandes estructuras productivas, bienes, inmuebles, recursos na­turales y países enteros, sin tirar un tiro.

La estandarización de la cultura, empleado los medios masivos para enajenar a gran parte de la sociedad, entro­nizar el miedo y ejercer una acción psicológica podero­sa, introduce enormes dificultades para el desarrollo de una conciencia crítica.

La preparación de una nueva guerra mundial, la exten­sión de la guerra que hay en Palestina, Irak y Afganistán a otros países y regiones (Irán, Colombia, Venezuela…).

Pero el “cerebro del mundo”, al intentar darle respuesta por esa vía a la crisis del capitalismo de final de siglo XX, ha lanzado a la humani­dad a una crisis de existencia, a una crisis de la civilización humana

La inteligencia imperialista piensa bien para sí mismo, pero no para la huma­nidad.

Y la humanidad definitivamente no quiere dejarse exterminar.

Tomado de: desacato.info

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