lunes, 13 de junio de 2011

Bélgica cumple un año sin Gobierno

Frente a esta situación de desgobierno, los ciudadanos han tomado todo tipo de medidas. 

Desde hace un año, Bélgica es el sueño de miles de 'indignados', liberales o anarquistas. El pequeño país del norte de Europa lleva 365 días sin gobierno. Puede que sea por su 'overbooking' de funcionarios, o por la natural disciplina de las gentes del norte; la cuestión es que en Bélgica la vida sigue como si tal cosa. No se ha escindido en dos países, no se ha derrumbado económicamente ni se ha sumado en el más absoluto caos.

Todo comenzó tras las últimas elecciones, cuando el partido independentista flamenco, el conservador N-VA, resultó - con el 30% de los votos - ser el partido más votado en todo el país. Sin embargo, el N-VA quedó lejos de la mayoría absoluta, así que necesitaba el apoyo de otros partidos para formar Gobierno. Desde entonces, los belgas están esperando.

Tan larga está siendo la espera que, el pasado 30 de marzo, superaron el récord mundial y se convirtieron en el país que ha vivido la crisis de gobierno más larga. Superaron a Irak, que - en 2010 - tardó 289 entre unos comicios y la toma de posesión de un nuevo Gobierno. Los belgas se han encargado de hacer patente esta inusitada marca y la reflejan en la página web 'Lerecorddumonde.be'.

Frente a esta situación de desgobierno, los ciudadanos han tomado todo tipo de medidas. Ninguna ha funcionado, a pesar de que algunas eran terribles, como la huelga de sexo que propuso la senadora socialista Marleen Temmerman. "Si todas nos ponemos de acuerdo en la abstinencia sexual, estoy convencida de que podremos lograr que las negociaciones (para formar gobierno) avancen más rápido. Ya se sabe qué piensan los hombres en esas cosas", aseguró la política a la cadena de radio belga 'RTL'.

Pero ésta no ha sido la única protesta contra el inexistente Gobierno belga. Más de 30.000 personas se concentraron para protestar a través de la plataforma 'No en mi nombre'. También han salido a la calle en la conocida como 'la revolución de las patatas fritas'. No todo son manifestaciones y castidad forzada. También ha habido propuestas como la de dejarse crecer la barba hasta que haya un Ejecutivo o incluso la de 'acampar virtualmente' en internet delante del Parlamento en señal de protesta.

Aparentemente, los partidos no tienen demasiada prisa en corregir esta situación y dejan que se alargue el Gobierno en funciones. Ni los nacionalistas flamencos no los partidos francófonos dan su brazo a torcer.

A pesar de estas protestas puntuales, en Bélgica la vida sigue igual. Las instituciones básicas funcionan, los comercios abren y los bancos siguen trabajando. Los ciudadanos demuestran que los políticos no son tan importantes como muchos creen. Mientras ellos se pelean por saber quién va a decidir el futuro del país, Bélgica va decidiendo su propio futuro día a día.

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