Nueva York. El coro oficial en Washington anunció que Estados Unidos
evitó un desastre al prosperar una medida que reduce el gasto federal
por billones, sin incluir ni un centavo en nuevos impuestos a los más
ricos, a cambio de elevar el techo de la deuda federal.
La
Cámara de Representantes aprobó la medida esta noche por 269 votos y 161
en contra, y el Senado la aprobará el martes para ser enviada al
presidente Barack Obama, quien la promulgará como ley. Así, el gobierno
podrá continuar pagando sus obligaciones financieras justo antes del día
en que se afirmaba que por primera vez en la historia dejaría de
hacerlo, y con ello provocar otra crisis nacional y mundial.
Pero
no fue fácil; todo el día los líderes demócratas y republicanos se
dedicaron a convencer a un número suficiente de sus partidarios de que
valía la pena votar en favor del acuerdo. Se esperan pocos problemas
para lograr la aprobación en el Senado, pero hoy el camino fue más
complicado en la cámara baja, donde tanto republicanos
ultraconservadores como demócratas liberales amenazaban con no votar por
la iniciativa promovida por el liderazgo. Unos 66 representantes
republicanos y 95 demócratas votaron en contra de los deseos de sus
líderes.
El plan considera entre 2.1 y 2.5 billones de dólares
en recortes del gasto federal a lo largo de los próximos 10 años, pero
ningún nuevo impuesto para reducir el déficit presupuestario; crea una
comisión legislativa bipartidista para recomendar un paquete de estas
reducciones en programas federales y eleva el techo de deuda de aquí
hasta posiblemente 2013.
Para algunos, el acuerdo representa
un gran triunfo para los republicanos –y sobre todo para su ala más
conservadora, ligada al llamado Tea Party– y una derrota para el
presidente Obama, ya que sólo considera reducciones de gastos —917 mil
millones de inmediato, otros 1.5 billones en etapas en el futuro a lo
largo de los próximos 10 años–, sin incluir ningún incremento en
ingresos a través de mayores impuestos a los más ricos.
Las
declaraciones de los líderes de ambos lados subrayaban esto; los
demócratas reconocieron las fallas de la iniciativa, pero enfatizaron la
necesidad de aprobarla para evitar un desastre, mientras los
republicanos la calificaron de un triunfo en promover su agenda.
Harry
Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, afirmó ante el pleno
que "la gente a la derecha está disgustada. Gente a la izquierda está
disgustada. Gente en el centro está perturbada", pero agregó que aun así
es "un acuerdo notable que protegerá la salud de nuestra economía a
largo plazo".
El líder de la mayoría republicana en la cámara,
John Boehner, más bien calificó el acuerdo de "gran triunfo" para los
republicanos. Agregó que "nos ofrece la mejor oportunidad, en los 20
años que he estado aquí, de construir apoyo para una enmienda por un
presupuesto equilibrado", reforma constitucional que el ala conservadora
ha favorecido. Su segundo, el representante Eric Cantor, consideró que
"el gran triunfo para nosotros aquí, y para el pueblo estadunidense, es
que no hay ningún incremento de impuestos en este paquete".
Mientras
tanto, Wall Street y grupos empresariales continuaron presionando a los
legisladores a aprobar el paquete, declarando que el acuerdo es
necesario para anular la incertidumbre que ha perdurado sobre los
mercados en los últimos días y que, como afirmó la Cámara de Comercio,
aprobado el acuerdo "es hacer lo correcto".
Para críticos como
el economista premio Nobel Paul Krugman, es justo lo opuesto. En su
columna de hoy en The New York Times, que tituló "El presidente se
rinde", escribió que los comentaristas afirmarán que se evitó un
desastre, "pero estarán equivocados", y argumentó que “el acuerdo mismo…
es un desastre, y no sólo para el presidente Obama y su partido. Dañará
una economía ya deprimida; probablemente empeorará el problema del
déficit a largo plazo… y, más importante, al demostrar que la extorsión
cruda (de republicanos) funciona y no conlleva ningún costo político,
hará recorrer a Estados Unidos un buen trecho del camino hacia el
estatus de república bananera”. Krugman, junto a muchos otros, reitera
que lo peor que se puede hacer cuando una economía está deprimida es
reducir el gasto del gobierno, algo que no ha funcionado históricamente,
ni aquí ni en otros países.
Fuentes de una de las empresas
financieras más grandes de Wall Street comentaron a La Jornada que
aunque hay satisfacción de que se evitará el desastre de un
incumplimiento en el pago de obligaciones financieras por el gobierno,
los economistas de estas empresas alertan que la reducción en el gasto
federal tendrá consecuencias negativas para el crecimiento económico.
David
Gergen, ex asesor de presidentes demócratas y republicanos y analista
político, consideró que el acuerdo es un "triunfo mayor" para
republicanos, señalando que fueron ellos los que dirigieron el debate, y
no Obama y los demócratas. Paul Begala, ex asesor de Bill Clinton,
coincidió en que es un " triunfo" de los republicanos.
La Casa
Blanca está intentando amortiguar la crítica de que cedió ante los
republicanos, indicando que lo urgente era resolver esta crisis de
inmediato, pero que retomará el asunto de los impuestos y la generación
de empleos en un futuro inmediato. Ése fue el mensaje del vicepresidente
Joe Biden ante representantes demócratas horas antes de la votación
frente a críticas de varios de que el acuerdo impone sacrificios a los
trabajadores y los pobres sin ningún sacrificio para los más ricos.
El
martes, fecha límite para evitar el incumplimiento de pagos por el
gobierno federal, esta "crisis" habrá sido superada. Pero los costos e
implicaciones del "acuerdo" bipartidista se prolongarán un buen rato,
especialmente al iniciarse el ciclo electoral de 2012.
La
representante demócrata Gabrielle Gifford regresó a la Cámara desde que
fue víctima de un atentado en enero, cuando recibió un balazo en la
cabeza. Su presencia provocó una ovación y prestó aún más drama al
espectáculo político. Su voto, a favor del acuerdo.
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