- Por: Esteban Valenzuela
- Escritor, ex alcalde y ex diputado. Master en Desarrollo, consultor internacional.
“Mi único deseo ha sido que la gente sea mejor después de mis
conciertos, no por mí, sino por esa religión sin mandamientos que es el
arte, que es ir al teatro”.
Fueron las declaraciones del cantautor Facundo Cabral a un programa
matinal del Canal Antigua en lo que sería su última entrevista, su
último concierto, su último viaje. La gente comenzó a depositar flores y
llenar plazas de indignación. La colonia argentina llora en las calles.
Los guatemaltecos sienten vergüenza. Fecundo Cabral que irrumpió con su
barba y su mensaje pacifista en 1970 con la canción “No soy de aquí, ni
soy de allá”, fue un asiduo visitante de Guatemala desde fines de los
70 cuando se exilió en México perseguido por la dictadura militar.
Muchas veces fue a Quetzaltenando y llenó teatros con su canto
melancólico, sencillo y esperanzador. Hasta que una de las cientos de
bandas de criminales y sicarios que pululan por Guatemala le acribilló
en el vehículo que lo llevaba en el alba al Aeropuerto La Aurora. El
viejo adorado de 74 años que hacía sus dos últimos recitales (Guatemala y
Nicaragua), como profetizaron sus canciones, le truncaron “el
porvenir”, con el dolor en los ojos con un Van Gogh o Apolinaire, pero
ejecutado por los Jinetes de la Muerte que azotan México y Centro
América.
Cabral se suma a las siete mil muertes promedio anual en la última
década: 70 mil asesinatos, el doble de los crímenes de la dictadura
Argentina, uno de los peores del mundo, al nivel de Afganistán, Irak o
Venezuela, seguido de cerca por México, Honduras y El Salvador, donde
la violencia no se detiene en cóctel grotesco de Estado débil (9 % del
PIB), corrupción, inoperancia policial, pusilanimidad de las clase
dirigente.
Un puñado de abogados y policías internacionales de la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, han logrado
llevar a la cárcel a un ex presidente, Portillo por corrupción (aunque
la Justicia local lo ha absuelto de cargos), a dos ex ministros del
Interior, a dos ex jefes de la Policía Nacional. El Ministerio Público
y la Contraloría comienzan a reaccionar. Pero la impunidad campea:
menos del 10% de los asesinatos son esclarecidos y sancionados,
facilitando la extensión de la cultura de la muerte. Sólo en el último
año el país ha sido sacudido por las maras (pandillas) que degollan
cuerpos y los ponen frente a los poderes públicos, por la matanza de
campesinos en el Petén, por el joven fiscal de Cobán que es mutilado por
investigar a Los Zetas, por los treinta candidatos martirizados en los
actuales comicios. La sociedad se estremece cuando se detiene a un niño
de doce años que fue mandado a matar a una señora que no quiso bajar los
precios de los pollos, contratado en el sicariato por otras
dependientes del mismo mercado que no “querían competencia”. Matan a la
antropóloga que investiga la corrupción en Huehuetenango; asesinan a
Guarcah, el líder de la dramaturgia maya-kakchikel, mueren tres hermanas
degolladas en el femicidio enfermizo.
País de claroscuros, laberinto de la desconfianza
Guatemala impacta al mundo por su belleza y por la vitalidad de los
pueblos mayas, que mantienen sus lenguas, su cultura, religiosidad y
trabajan como hombres del maíz y del textil, sobreponiéndose a una
naturaleza con pocas tierras arables. El mundo maya convive con el mundo ladino
de blancos europeos que nunca en su historia ha tenido acuerdo,
viviendo de dictaduras y de esperanzas frustradas como el período de la
Revolución Reformista de los Presidentes Juan José Arévalo y Jacobo
Arbenz (1944-1954), truncado por la acción de la CIA en tiempos de
Guerra Fría, y de intento de repartir la tierra y profundizar programas
sociales.
El fraile Bartolomé de las Casas, en su Informe sobre las Indias,
abomina ante el Rey a los conquistadores en Guatemala por ser ladrones,
violadores y asesinos, como en Cuba, México o Nueva Granada. Sin
embargo, la historia no es estática ni la región a que se pertenece lo
explican todo, ya que en el mismo itsmo centroamericano se ven las
contradicciones. Han pasado cinco siglos, y en la misma zona, Nicaragua y
Costa Rica muestran niveles de seguridad y políticas sociales mejores.
Los pobres sufren la corrupción policial, la extorsión de los
mareros, el asalto en buses. Los ricos que abundan en el país de la
evasión tributaria, los helicópteros y los Jaguars, viven segregados,
sus hijos estudian en USA y los escoltan batallones de guardias
privados, que suman cien mil en un país de sólo 20 mil policías, mal
pagados, con poca logística y mediocremente formados.
Sin embargo, la gente no sale a la calle. La desconfianza y la
parálisis sorprenden. No hay alcaldes que encabecen como en Colombia un
proceso de Basta Ya y movilicen la sociedad civil. La Ciudad de Guatemala, tiene el llamado estilo Chapín,
luce una metrópolis moderna con jardines cuidados, aunque concentre más
de cuatro de las siete mil muertes anuales (los departamentos de
mayoría indígena son los menos violentos, aunque el linchamiento cobra
víctimas). El país de polos turísticos, servicios privados avanzados,
pero donde sólo el 20% del agua es potable y se une a Haití en los
peores índices de mortalidad infantil.
Las huellas del conflicto armado con más de 200 mil muertos crearon
una sociedad desconfiada que es el laberinto del silencio. Según la
investigación que encabezó el Obispo Juan Gerardi en 1998, el 90% fueron
asesinados por el Ejército y los grupos paramilitares, un 5% de causas
desconocidas y un 5% fueron ultimados por los grupos guerrilleros.
Gerardi fue también asesinado a los días de entregar el informe de Verdad y Justicia.
La impunidad campea y su crimen tampoco se ha aclarado. Se especula de
un poder oculto de militares y grandes finqueros y empresarios. Nada
más.
La cultura de la muerte ha llegado a casos de novelas escabrosas: el
suicidio asistido por sicarios del empresario Rosenberg que culpa al
Presidente Colom y no es ayudado en su locura por sus cercanos; el
candidato a Alcalde de San José Pínula Luis Marroquín, que es acusado de
mandar a matar a otros dos candidatos para luego auto atentarse y
victimizarse, las matanzas entre dueños de buses urbanos que buscan
eliminar competencia y en sus venganzas se diezman familias completas.
Cooperación condicionada al nuevo Gobierno: rol del ABC y España
Los países que cooperan con Guatemala han insistido en lo obvio: reforma fiscal para al menos cumplir la promesa de los Acuerdos de Paz de alcanzar el 12% del PIB (Alemania ha advertido que se retirará sin no hay pacto tributario), lucha contra la corrupción (los proyectos en los departamentos se ejecutan por ONGs consultoras ligadas a los parlamentarios), reforma policial (nunca ejecutada), entre otras.
En Guatemala no funciona la consultoría internacional episódica con informes de lo que deberían hacer.
El mandato de la CIGIG debe ampliarse para crear la Brigada de
Investigación Criminal en todo el país, ya sea como cuerpo dependiente
del Ministerio Público o policía autónoma. Los países del ABC
(Argentina, Brazil y Chile) y España son claves por la pertinencia
cultural y por sus logros en la estabilización de Haití. Carabineros y
policías retirados de dichos países, pueden crear los equipos
profesionales que organicen, coordinen y acompañen por cinco años la
puesta en marcha de una policía eficaz contra la impunidad cotidiana. La
época de las propuestas académicas y los procesos largos no funcionan,
tanto en seguridad, reforma fiscal y agua potable. La cooperación condicionada y la soberanía delegada son los caminos difíciles, pero necesarios en vez del inmovilismo y el deterioro.
Todas las encuestas vaticinan el triunfo del Partido Patriota,
encabezado por el ex coronel Otto Pérez, con un discurso de mano dura y
justicia, emulando a Álvaro Uribe en Colombia. Los detractores temen
un regreso del autoritarismo. Los defensores recuerdan que defendió la
Constitución en las intentonas de Golpes y apoyó los Acuerdos de Paz. Lo
que es evidente es la falta de diálogo político y consenso para
acompañar lo que ocurrió en Colombia, a veces contra la misma opinión de
Uribe: Poder Judicial fuerte e independiente, modernización de los
institutos armados depurados de violadores de derechos humanos, buena
gestión policial, reforma fiscal con apoyo del sector empresarial,
buenas gestiones municipales que contribuyeron con inversión social ha
disminuir la violencia.
El Partido Patriota cuenta con un 40% en las encuestas, le sigue la cuestionada candidata oficialista Sandra Torres (pareja del Presidente Colom, tras el divorcio express
para presentarse saltando la prohibición constitucional a los
parientes) con un 15% a 20%. Luchan por el tercer lugar, el empresario y
académico Eduardo Suger (el más serio, en la opinión común en
las capas profesionales de la Capital) y el populista Manuel Baldizón
(escindido de la oficialista UNE). La izquierda y los movimientos
sociales mayas mantienen su dispersión en los partidos tradicionales y
las candidaturas del pastor Harold Caballero (aliado de la luchadora
anti corrupción Nineth Montenegro) y la plataforma de ex guerrilleros e
indigenistas que propone por segunda vez a la Premio Nobel Rigoberta
Menchú.
Facundo Cabral era amigo de Rigoberta Menchú, quien llegó a llorar
sobre el Boulevard Liberación donde aún yacía en una camioneta el cuerpo
de su amigo que le hablaba de Mercedes Soza y de los indígenas del
norte de Argentina, de Jujuy, Salta y Tucumán, donde él escuchó sus
historias, sus penas y el humor del payador popular de pampas y
montañas. “Me gusta el vino y el sol en la arena”, le susurró con una
sonrisa ancha Facundo a muchos de sus amigos de Guatemala y el mundo que
le lloran. Quizás el último gesto amoroso del pacifista Cabral, fue
prestar su nombre para que los Guatemaltecos salieran a la calle y el
mundo, sobre todo, Iberoamérica, se preguntara ¿Qué hago yo por
Guatemala?
- Escritor, ex alcalde y ex diputado. Master en Desarrollo, consultor internacional.
- Tomado de: El mostrador
Opinión de Byron Adolfo Idígoras de León
La violencia social, la delincuencia y su impacto actual en Guatemala
responden a la falta de previsión histórica de un abordaje serio y
responsable del fenómeno. Es imposible abordar la violencia desde una
sola perspectiva ya que los factores que la producen corresponden a
diferentes situaciones tanto objetivas como subjetivas, tanto
materiales como psicológicas. Para la explicación de estos fenómenos es
indispensable la confluencia de interpretaciones que relacionen tanto la
posición y situación social y familiar de las personas, con dimensiones
sociales, económicas y culturales así como factores de carácter
contextual e institucional.
Factores como la desigualdad social y pobreza, la impunidad prevaleciente, la rearticulación y funcionamiento de mafias que controlan el crimen organizado así como las secuelas del conflicto armado interno se constituyen en algunos de los factores principales que dan origen y mantienen la violencia en niveles altos. Lamentablemente para Guatemala no existe una política de erradicación y combate de la violencia de forma integral.
A continuación publico el INFORME ESTADÍSTICO DE LA VIOLENCIA EN GUATEMALA informada por el PNUD
Informe Estadistico de la Violencia en Guatemala
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