Los partidos ultras rentabilizan el temor a la inmigración y al crimen.
La advertencia de la Policía en su informe anual sobre amenazas para
la seguridad de los noruegos, publicado en marzo, en nada pudo anticipar
la tragedia. El análisis aseguraba que "los ultraderechistas han
registrado una ligera actividad sólo desde hace unos años, pero se
espera que la tendencia que describe un aumento en 2010 se mantenga en 2011". Al mismo tiempo, atribuía a una falta de cohesión interna este riesgo relativamente pequeño.
En
realidad, el informe probablemente describa bien el riesgo de ataques
coordinados de grupos neonazis y organizaciones estructuradas, que sí
abundan en países vecinos, como Suecia.
¿Hay un caldo de cultivo
que ayude a explicar crímenes como el del viernes? Noruega es el país en
el que los clientes de la mayoría de bares deja su abrigo en el
perchero de la puerta sin temor a que nadie se lo lleve. Sin embargo, la
sensación de seguridad ha disminuido en los últimos años. Pese a los
estrictos controles, la inmigración ha experimentado un crecimiento
sostenido, engordando el tamaño de sus principales ciudades,
especialmente la capital, que cuenta ya con casi un millón y medio de
habitantes. Noruega uno de los principales exportadores mundiales de
petróleo y el único que ha traducido sus beneficios en un gran sistema
de bienestar social. Ocupa una extensión similar a tres cuartas partes
del territorio español, pero en él viven algo menos de cinco millones de
personas.
En el ecosistema político, donde la violencia está ausente, varios partidos han tratado de rentabilizar el temor a los inmigrantes y la criminalidad,
exigiendo reglas más duras, especialmente desde el inicio de la crisis
económica. Es el caso del Partido del Progreso, una de las dos
formaciones conservadores mayoritarias, que en las dos últimas
elecciones generales ha conseguido desplazar a los democristianos como
segunda fuerza del país, situándose sólo por detrás de los laboristas
del primer ministro. Con una nueva líder, Siv Jensen, el partido puede
ser considerado como el único con tintes populistas y basa su campaña en
el refuerzo de la Policía, las leyes de inmigración y la lucha contra
la criminalidad que proviene de fuera. Su éxito llevó a los laboristas,
que gobiernan en una coalición de centroizquierda, a endurecer su
discurso justo antes de las últimas elecciones, en 2009.
Una larga tradición de apertura y acogida simbolizada por el asilo de
víctimas de conflictos internacionales parece haberse invertido al
tiempo que los noruegos comienzan a asegurarse de que su abrigo está a
la vista en los restaurantes. Con esta tendencia, paralela al
descontento popular que sufren directamente en los partidos de
izquierda, este mismo año se produjo un hecho insólito. Madina Salamova,
más conocida como Marie Amelie, fue expulsada del país tras pasar 10 de
sus 25 años en Noruega como una inmigrante ilegal. Marie Amelie fue
detenida tras un acto público al que acudió precedida de su éxito como "Noruega del año". El galardón fue concedido por una conocida revista, que vio en ella un símbolo de un país moderno tras leer su libro, Ilegalmente noruega,
convertido en best-seller el año pasado. Las formaciones conservadoras,
lideradas por el Partido del Progreso, exigieron al Gobierno que no
buscara ningún atajo legal para no deportar a la joven, que fue
expulsada a Osetia del Norte (Rusia) en enero. Regresó en abril con un
permiso de trabajo legal, pero el Gobierno que lidera el primer ministro
ya había sido acorralado por dudar ante la inmigración.
Numerosos
expertos conceden, pese a todo, un peso bajo a estos debates en la
proliferación de movimientos e ideas ultraderechistas. Para Kari Helene
Partapuoli, directora del Centro Noruego contra el racismo, una
organización no gubernamental, la masacre de este viernes sigue teniendo
difícil explicación incluso desde el punto de vista de la revancha
contra un Gobierno visto como laxo en política migratoria. La extrema
derecha "sí etiqueta a los socialdemócratas como débiles e ingenuos,
pero este tipo de odio no es un lugar común" en sus mensajes, según
ella. La relación entre los cambios de Noruega en los últimos años y la
brutalidad de la tragedia parece ser todavía un nexo demasiado frágil.
0 comentarios:
Publicar un comentario