El conflicto
entre el Estado de Israel y Palestina ocupa las páginas de los noticieros de
todo el mundo, también el corazón y la mente de un sinnúmero de personas que se
sienten envueltas y responsables por el destino de la Tierra Santa.
En función a esto, es importante que
conozcamos y analicemos las secuencias de los acontecimientos para que así
podamos posicionarnos de una manera consciente sobre un asunto de gran
importancia para la paz en el Medio Oriente.
¿Cómo
comenzó todo?
Si bien el
conflicto israelí y palestino tiene se remonta a rivalidades milenarias desde
el ámbito religioso entre árabes y judíos, las complicaciones actuales se
relacionan, sobre todo, a los acontecimientos de mediados del siglo XIX y se
promovieron aun más en el siglo XX.
En el siglo
XIX la población palestina era formada por grupos de campesinos y nómadas que
en su mayoría eran habitantes de la región entre la península del Monte Sinaí,
en Egipto, al Oeste, y el río Jordán al Este. En aquella época toda la región
estaba sobre el dominio del imperio Otomano, que se extendía desde el Este de
Europa hasta el Norte de África. Hasta ese entonces, el pueblo palestino no
poseía una organización política e institucional que regularizase las
posesiones de las tierras en las cuales vivían y cultivaban.
En 1858 el
imperio Otomano emitió por primera vez una ley sobre las regularizaciones de
posesión de tierra en la región, que fue obtenida en gran parte por oficiales
del imperio que no tenían ninguna conexión con quien realmente las ocupaba.
Paralelamente,
surge entre el pueblo judío (principalmente entre los que residían en Europa,
donde crecía la hostilidad antisemita) el deseo de retomar a su antigua patria.
Este ideal judío de retornar a la tierra de sus antepasados se conoció como el
movimiento sionista. Cuando éstos llegaban a su patria, compraban títulos de
tierra que se encontraban en las manos de los oficiales del imperio Otomano,
creando inclusive un fondo común para adquirir las tierras que formarían su
Estado.
Los Primeros
Conflictos
La compra de
las tierras por parte de los inmigrantes judíos creó una revolución entre la
población palestina, que ni siquiera estaba consciente de que las tierras en
las cuales vivían, de hecho, no eran suyas. Con el fin de la Primera Guerra
Mundial y la consecuente desintegración del imperio Otomano, las naciones
árabes comenzaron a desear la libre creación de ciertos países. La región fue
dividida entonces entre los protectorados de las oficinas de Francia e
Inglaterra, lo que debería, de acuerdo a la orientación de la Liga de las
Naciones Unidas, coordinar la formación de dichos países.
Con la
Declaración de Balfour en 1917, el Reino Unido también reconoce los derechos
políticos del pueblo judío, lo que estimula su deseo de formar un país en la
región, y de esta forma lleva más gente a emigrar a la zona. Los árabes, por
otra parte, no reconocen este derecho y promueven la invasión a la propiedad
judía, lo que provocó los enfrentamientos entre los dos pueblos. En los años
siguientes, varias desavenencias sacudieron a la región, las más grandes fueron
en 1920, 1926 y 1936.
La Segunda Guerra
Mundial.
Con el
estallido de la Segunda Guerra Mundial, los países europeos volcaron su
atención a los problemas internos y desde Inglaterra se anuncia el deseo de que
su mandato a Palestina termine. Para empeorar las cosas, la persecución de los
judíos por la Alemania nazi y el Holocausto, intensificó la inmigración y se
muestra al mundo la necesidad de acelerar el proceso de formación de un Estado
Judío independiente.
Con el fin
de la guerra en 1947, la recién formada Naciones Unidas preparará un plan de
partición de la región, declarando que se formaran Estados independientes,
Israel y Palestina, y la propuesta de promover la internacionalización de
Jerusalén. La partición, sin embargo, no fue aceptada por la Liga Árabe, que se
opuso al plan de la ONU diciendo que los judíos no tenían derecho a las tierras
de la región y que la adquisición hubiera sido ilegal.
La
Declaración de Independencia
El pueblo
judío, sin embargo, aceptó la propuesta y declaró su independencia en 1948, que
fue votada y aprobada por la mayoría de los países que componen la ONU. Sin
embargo, al día siguiente de su declaración de independencia, Egipto, Siria,
Irak, Jordania y Líbano le declararon guerra a Israel. La guerra resultó en la
victoria de Israel y la anexión de los territorios de Galilea y el desierto de
Negev.
Aunque
Egipto y Jordania fueron derrotados, también se anexaron los territorios de
Gaza y Cisjordania, respectivamente, casi veinte años después, dichos
territorios se encontraban en manos de países árabes, y ningún esfuerzo se hizo
para promover la creación de un Estado Palestino independiente.
La Guerra de
los Seis Días.
Uno de los
conflictos más importantes en la delimitación de las fronteras en la región
ocurrió en 1967. En la Guerra de los Seis Días, Israel invadió Egipto, Siria y
Jordania para contener el terrorismo palestino y conquistó la península del
Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán. En 1979, Israel
devolvió el Sinaí a Egipto con la firma de un acuerdo de paz en el que Egipto
reconoció al Estado de Israel, convirtiéndose así en el primer país árabe en
hacerlo. La ciudad de Jerusalén también fue incorporada en territorio israelí,
que unificó y declaró su capital.
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