P.A. David Nesher
Es asombroso observar cómo millones de hermanos en la fe han sido, primeramente programados y luego aleccionados por sus líderes religiosos de que hay un
premio para los creyentes al terminar sus vidas terrenas, y ese premio es el cielo. De esta manera, la mayoría de los
que profesan el evangelio ven el cielo como la meta final para sus vidas
consagradas al Maestro. Lo vislumbran como un lugar de bienaventuranzas y de
paz nunca antes concebidas o imaginadas por hombre alguno.
Es más, asombra también el hecho que los creyentes
tradicionales han creído en que sus antepasados difuntos, están ahora en el
cielo como ánimas desencarnadas o ángeles que tocan el arpa
todo el día y por la eternidad. A tal punto llega esta falsa certeza que son incontables los evangélicos que creen que sus seres queridos fallecidos hasta ofician de custodios y mensajeros del Eterno Dios.
No obstante, esta creencia tradicional
contradice lo dicho por nuestro Amo Yeshúa concerniente a que los muertos en el Mesías
verán finalmente al Eterno y al Mesías en la resurrección del día
postrero.
Los invito a considerar algunos pasajes bíblicos que han sido ignorados o
pasados por alto por los maestros y líderes religiosos de Babilonia la Grande, y que enfocan el asunto en una cosmovisión muy distinta.
"Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es."
(1Juan 3:2)
Este pasaje ha sido pasado por alto por los cristianos en general, pues contradice la teología “cristiana” tradicional que dice que los cristianos verán al Mesías en el momento de su muerte, y no, en ocasión de Su segunda venida en gloria o Parusía, tal y como lo afirman las Sagradas Escrituras. Aquí, el apóstol Juan es claro al decir que veremos al Mesías tal como él es ahora (divino), únicamente cuando seamos semejantes a él. La pregunta que surge es: ¿ cuándo seremos semejantes a él? ¿Y cuándo le veremos tal como él es?¿En nuestra muerte? Claramente surge un NO por respuesta. Será en nuestra resurrección, cuando el Mesías divino vuelva nuevamente en persona a este mundo en el día postrero señalado por Abba, nuestro Padre.
El apóstol Pablo, embebido en este mismo pensamiento llegó a escribir refiriéndose al día de la resurrección de los muertos lo siguiente:
“Así es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”
(1
Corintios 15:42-45,51-53)
También aseguró:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Maestro; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Maestro, no precederemos a los que durmieron. Porque el Maestro mismo con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo serán resucitados. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Maestro en el aire, y así estaremos siempre con el Maestro. Por tanto, alentaos unos a los otros con estas palabras”. (1Tesalonicenses 4:13-18)
Este texto apostólico es muy iluminador, y no obstante, muy poco leído o conocido en el mundo envangelicoide. Es lógico todo esto. Es que este texto, y los otros citados arriba, contradicen abiertamente, y claramente, el postulado escatológico o teologal de la vida futura del cristianismo tradicional. En el mismo se enseña que los muertos en El Mesías están ahora disfrutando con el Maestro de la gloria celestial. Ahora bien, observemos que Pablo, el autor de estos versículos, dice que nosotros recibiremos al Mesías, ¡y no al revés!
Le ruego que por usted mismo, vuelva a leer los versos citados de 1 Tesalonicenses 4:13-18. Si en verdad los muertos “vuelan” al cielo, ¿no sería lógico que el Mesías los reciba a ellos en su morada celestial? Pero la verdad es lo opuesto, dice el texto que ¡nosotros lo recibiremos a él! ¿Y por qué? Porque él volverá a las nubes de nuestra atmósfera, y con voz de mando ordenará que los muertos creyentes resuciten y le den la bienvenida en el aire. Eso lo dice Pablo muy claramente en estos versículos de 1 Tesalonicenses 4. Además, Pablo no dice que los muertos fieles (recién resucitados) irán con él al cielo, sino más bien, que estarán juntos siempre con él. Pero: ¿dónde? Eso lo veremos en otra bitácora, si Uds. me tienen paciencia.
Ahora bien, si lo aceptado tradicionalmente fuera verdad: ¿qué sentido podría tener nuestra futura resurrección, si los muertos en la fe siguen vivos en el cielo?
Cada día me doy cuenta que definitivamente hay cosas que no andan bien con la teología tradicional, que enseña nuestra partida al cielo inmediatamente después de nuestra muerte. Usted no encontrará en las Sagradas Escrituras ningún pasaje que se nos asegure una estadía eterna en los cielos. Busque usted tan sólo un texto bíblico en donde supuestamente El Mesías nos promete el cielo, y yo le aseguro que no lo encontrará. Si lo llegara a encontrar, por favor, le pido que me lo haga saber.
Entonces, es claro que los muertos no siguen viviendo en otra esfera o dimensión, sino más bien, siguen inconscientes en sus tumbas, sin poder pensar, amar, odiar, maquinar cosas, pecar, etc.
¡Los muertos están muertos y no vivos!
Decir que los muertos viven es como decir que el color oscuro es claro. En Eclesiastés 9:5,10 leemos: “Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol... porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.”
Y el salmista David dice de los muertos, lo siguiente: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4). Nótese que los muertos no piensan. Como dijo Descartes: “Pienso, luego existo”; en consecuencia, los que no piensan... ¡No existen!... ¡Dejan de existir!
En otras palabras, los muertos están inconscientes y son incapaces de sentir, pensar y actuar. Este concepto se presenta también en otros lugares de la Biblia. Los invito a leer a modo de ejemplo en Salmos 6:5; 30:9; 88:10; 115:17 e Isaías 38:18, 19.
Deducimos en la Luz de Su Palabra que la única esperanza que tienen los hombres creyentes, es la resurrección del día postrero. El día bendito de Su calendario cuando los “no existentes”vengan a la “existencia” nuevamente.
Así lo entendió el profeta Daniel, cuando el Eterno, al anunciarle su muerte, le dice: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13).
Aquí es claro que el Eterno no le habló al profeta Daniel de una partida al cielo para estar con Él, después de su muerte física. Por el contrario, lo que le dijo era que reposaría (esto en la mente hebrea es igual a que moriría) y que sería después levantado (es decir, resucitado) para recibir su heredad o recompensa, al fin de los (no ‘sus’) días.
Entonces, la recompensa del fiel creyente, escogido por Yahvéh, se recibe sólo después que el Mesías haya vuelto y transformado a los vivos, y resucitado a los muertos, con inmortalidad. Pues bien, siendo que los fieles muertos no han recibido sus recompensas en el cielo, ni en ningún otro lugar, pues están muertos: ¿qué recibirán en la resurrección?. Según las mismas Escrituras lo revelan, ellos recibirán:
1.- El Reino de Dios en la tierra (Mateo 25:31,34).
2.- La vida eterna (Mateo 25:46).
3.- La gloria, honra y el poder (Colosenses 3:4, 1 Pedro 5:4)
4.- A Yeshúa el Mesías mismo como nuestro hermano mayor (1 Tesalonicenses 4:17).
(Temas que considero será bueno tratarlos exhaustivamente en bitácoras futuras).
Lo cierto es que la promesa del Eterno Dios y la esperanza del redimido en el Mesías es que el ser humano puede retornar a la vida. Esto será posible, primeramente gracias a la muerte del Señor Yeshúa en la cruz del Calvario y a Su resurrección. La Biblia presenta claramente que Yeshúa vino a este mundo de dolor y sufrimiento para pagar, primeramente, la deuda del pecador, y redimirlo de la muerte eterna. El Mesías destruirá el pecado, al autor del pecado y a todos los pecadores que no se arrepientan de su vida pecaminosa.
La esperanza del cristiano de la vida eterna está fundamentada en la resurrección (Juan 6:39, 40; Lucas 20:37). Leemos que Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Además, el salmista David dijo: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).
El apóstol Pablo también tenía su esperanza anclada en el evento culminante de la resurrección. Él expresó su gran deseo a los Filipenses de la siguiente manera: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10, 11).
Dicha resurrección será una realidad en la segunda venida del Señor Yeshúa. Así lo expresó el apóstol Pablo:
Lo cierto es que la promesa del Eterno Dios y la esperanza del redimido en el Mesías es que el ser humano puede retornar a la vida. Esto será posible, primeramente gracias a la muerte del Señor Yeshúa en la cruz del Calvario y a Su resurrección. La Biblia presenta claramente que Yeshúa vino a este mundo de dolor y sufrimiento para pagar, primeramente, la deuda del pecador, y redimirlo de la muerte eterna. El Mesías destruirá el pecado, al autor del pecado y a todos los pecadores que no se arrepientan de su vida pecaminosa.
La esperanza del cristiano de la vida eterna está fundamentada en la resurrección (Juan 6:39, 40; Lucas 20:37). Leemos que Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Además, el salmista David dijo: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).
El apóstol Pablo también tenía su esperanza anclada en el evento culminante de la resurrección. Él expresó su gran deseo a los Filipenses de la siguiente manera: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10, 11).
Dicha resurrección será una realidad en la segunda venida del Señor Yeshúa. Así lo expresó el apóstol Pablo:
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”
(1Tesalonicenses 4:14-17).
BITÁCORA RELACIONADA: Dios asegura que los muertos nada saben
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