WASHINGTON .- Los estadounidenses no parecen haber despertado a la crisis inminente de deuda que podría desencadenar una nueva recesión, poner en peligro sus inversiones en el mercado bursátil y despedazar la confianza en la economía más poderosa del mundo. Esas serían algunas de las consecuencias, tanto repentinas como de largo plazo, que se presentarían si Estados Unidos se declara en moratoria de su deuda por primera vez en su historia.
Ante un plazo que vence en agosto para elevar el límite de deuda del país o afrontar las consecuencias, los políticos y economistas están alarmados. ¿Y la gente? Aparentemente no lo está tanto.
La opinión pública se divide sobre si debe elevarse el límite de deuda, de acuerdo con una encuesta de The Associated Press y GfK, la cual encontró que el 41% de los estadounidenses se opone a la idea y el 38% está a favor.
Para ser exactos, los encuestados no se mostraron indiferentes. Una estrecha mayoría en la encuesta espera que una crisis económica ocurra si Estados Unidos, limitado en su capacidad de pedir préstamos, comienza a incumplir con el pago de intereses a los acreedores. Pero incluso entre ese grupo, el 37% se sigue oponiendo a elevar el tope.
En el ambiente de Washington abundan las predicciones de un apocalipsis financiero.
Hay advertencias de que en los "mercados financieros cundiría el pánico", como dijo el
presidente de la Comisión Presupuestaria de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, lo que provocaría un derrumbe en la capacidad del país para solicitar préstamos y lanzaría al gobierno a un "precipicio de crédito".
Ryan citaba un reporte de la Oficina Presupuestaria del Congreso, que no tiene filiación partidista y que advirtió de una "crisis fiscal abrupta", en que los inversionistas podrían deshacerse de los bonos estadounidenses y se obligaría al gobierno a pagar tasas de interés mucho más altas. Además, podrían imponerse recortes al gasto y aumentos fiscales mucho más draconianos que si se evitara la moratoria.
Las advertencias parecen haber encontrado oídos sordos, al menos hasta ahora. Quizás hay desgaste después de tanto escuchar predicciones del caos.
En épocas recientes, los estadounidenses han escuchado advertencias espeluznantes ante la llegada del nuevo milenio, y éstas no se materializaron. Muchos se prepararon para atentados terroristas graves, posteriores al 11 de septiembre del 2001, sin que éstos ocurrieran.
El Congreso se ha puesto al borde del abismo una y otra vez, sólo para sacar una solución de la chistera en el último minuto.
Uno de esos casos se relacionó con la falta de aprobación del presupuesto. Una inminente parálisis del gobierno no ocurrió. Al igual que en aquel caso, las negociaciones continúan en materia de deuda.
La encuesta de AP-GfK, como muchos otros sondeos recientes, refleja una división en la forma en que la gente percibe el país y sus propias vidas. Fue realizada entre el 16 y el 20 de junio por GfK Roper Public Affairs and Corporate Communications. Involucró entrevistas por teléfono fijo y móvil con 1.001 adultos en el país, y tiene un margen de error en la muestra de más o menos 4,1 puntos porcentuales.
Ante un plazo que vence en agosto para elevar el límite de deuda del país o afrontar las consecuencias, los políticos y economistas están alarmados. ¿Y la gente? Aparentemente no lo está tanto.
La opinión pública se divide sobre si debe elevarse el límite de deuda, de acuerdo con una encuesta de The Associated Press y GfK, la cual encontró que el 41% de los estadounidenses se opone a la idea y el 38% está a favor.
Para ser exactos, los encuestados no se mostraron indiferentes. Una estrecha mayoría en la encuesta espera que una crisis económica ocurra si Estados Unidos, limitado en su capacidad de pedir préstamos, comienza a incumplir con el pago de intereses a los acreedores. Pero incluso entre ese grupo, el 37% se sigue oponiendo a elevar el tope.
En el ambiente de Washington abundan las predicciones de un apocalipsis financiero.
Hay advertencias de que en los "mercados financieros cundiría el pánico", como dijo el
presidente de la Comisión Presupuestaria de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, lo que provocaría un derrumbe en la capacidad del país para solicitar préstamos y lanzaría al gobierno a un "precipicio de crédito".
Ryan citaba un reporte de la Oficina Presupuestaria del Congreso, que no tiene filiación partidista y que advirtió de una "crisis fiscal abrupta", en que los inversionistas podrían deshacerse de los bonos estadounidenses y se obligaría al gobierno a pagar tasas de interés mucho más altas. Además, podrían imponerse recortes al gasto y aumentos fiscales mucho más draconianos que si se evitara la moratoria.
Las advertencias parecen haber encontrado oídos sordos, al menos hasta ahora. Quizás hay desgaste después de tanto escuchar predicciones del caos.
En épocas recientes, los estadounidenses han escuchado advertencias espeluznantes ante la llegada del nuevo milenio, y éstas no se materializaron. Muchos se prepararon para atentados terroristas graves, posteriores al 11 de septiembre del 2001, sin que éstos ocurrieran.
El Congreso se ha puesto al borde del abismo una y otra vez, sólo para sacar una solución de la chistera en el último minuto.
Uno de esos casos se relacionó con la falta de aprobación del presupuesto. Una inminente parálisis del gobierno no ocurrió. Al igual que en aquel caso, las negociaciones continúan en materia de deuda.
La encuesta de AP-GfK, como muchos otros sondeos recientes, refleja una división en la forma en que la gente percibe el país y sus propias vidas. Fue realizada entre el 16 y el 20 de junio por GfK Roper Public Affairs and Corporate Communications. Involucró entrevistas por teléfono fijo y móvil con 1.001 adultos en el país, y tiene un margen de error en la muestra de más o menos 4,1 puntos porcentuales.
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