domingo, 17 de agosto de 2014

La predicación del Moralismo contra la Proclamación del Reinado de Dios..., el desafío de la verdadera Iglesia

“que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. 
(Mateo 23:27)



Escuchando, a través de distintos medios, las predicaciones y/o sermones que se están dando en distintas plataformas evangélicas del mundo actual, no pude evitar discernir un denominador común, invadiendo las conciencias como un peligroso virus reptiliano. En el contexto actual de las congregaciones, uno de los evangelios falsos más seductores, que domina la enseñanza desde los púlpitos, es el moralismo.

El moralismo, coloca las virtudes morales como la base de nuestra aceptación, ya sea delante de los hombres, delante de mí mismo, o delante de Dios. Surge así el falso paradigma de “si me porto bien, seré aceptado”.

La estructura básica del moralismo en los cristianos evangélicos se reduce a esto: la creencia de que el evangelio del Reino de Yahvéh puede ser reducido a simples y sencillas mejoras en el comportamiento humano. Se enfatiza, domingo a domingo, y desde distintos púlpitos, un mensaje saturado de contenidos que apuntan solamente a producir arreglos en la conducta de sus oyentes.

Son demasiados los creyentes que hoy sucumben a la lógica del moralismo y reducen el evangelio a un mensaje de valoración de virtudes y mejoras morales de acuerdo al status quo imperante en cada ciudad, región o nación del mundo. De ese modo millones han quedado seducidos a creer que en realidad pueden obtener toda la aprobación divina que necesitan por retoques personales en ciertas áreas de su comportamiento, sin considerar la revelación de los códigos contenidos en la Torah (Ley) del Eterno.

La anti-esencia surgida del moralismo es evidente: la creencia de que el ser humano puede lograr la justicia por sí mismo a través de un comportamiento adecuado a las convenciones sociales de su contexto vital.

El peligro es que las congregaciones cristianas comunican, por medios directos e indirectos, que lo que el Eterno Dios espera de la humanidad caída es simplemente una mejora moral. Satisfacen la sed del alma humana con la falsa idea de que un ser humano honrado y obediente al sistema imperante garantizará la bendición divina sobre el planeta. De este modo, se subvierte el Evangelio del Reino de los Cielos y se comunica un falso evangelio a un mundo caído que solamente será transformado rindiéndose a la soberanía divina a través del señorío del Mesías implantando la Torah (Instrucción) de Yahvéh en los corazones humanos.

En el moralismo, el buen comportamiento viene primero y la aceptación después. En el evangelio es al revés: primero somos aceptados por Dios, únicamente en base a los méritos de Cristo, y debido a ese hecho ahora podemos y debemos comportarnos de cierta manera.

A causa de este falso evangelio, los vecinos, amigos, parientes y conocidos de un evangélico no se sienten atraídos a acudir arrepentidos ante el Eterno, ya que ellos también son moralistas de acuerdo a sus creencias y tradiciones. De ese modo, millones de seres humanos permanecen condenados por creer que el moralismo es el mensaje que el Mesías encomendó a Sus apóstoles. 

La verdadera Iglesia de Cristo no tiene más remedio que enseñar la Palabra de Yahvéh, y ella implantada en el ser humano por la obra mesiánica de Yeshúa, en el poder del Espíritu Santo. Toda esta obra, absoluta y exclusivamente divina, se verá consignada al cumplimiento perfecto de Su Pacto Renovado o Nueva Alianza que el Eterno ha hecho con sus escogidos: colocar su Torah (Instrucción o Ley) en la mente del hombre, a fin de escribirla diariamente en sus corazones. ¡Este es el verdadero contenido del mensaje del Evangelio del Reino de Yahvéh!

Somos justificados por la fe solamente, salvos por gracia solamente, y redimidos de nuestros pecados por la obra gloriosa del Mesías solamente. El moralismo produce pecadores que (potencialmente) se comportan mejor. El Evangelio del Reinado Divino transforma a los pecadores en hijos primogénitos de Dios, adoptados en el Mesías, a través del Espíritu Santo manifestando, por Gracia, Su Torah en nuestro interior y en cada área de nuestra vida.

Se necesita nada más y nada menos que la predicación audaz del verdadero Evangelio. El evangelio completo y verdaderamente existencial del Reinado de Yahvéh. Esta rápida transición será suficiente para corregir esa falsa impresión que los seres humanos tienen hoy del contenido del mensaje de nuestra proclamación y llevar así a los pecadores a la salvación en Jesús, nuestro Mesías y Señor.

Los dejo reflexionando en esto, rogando que el Espíritu Santo de Yahvéh nos sostenga, nos ilumine, nos purifique, nos transforme cada vez más para que nuestra fe se convierta cada día en más profunda y consciente. Entonces nuestra vida no será el fruto de un moralismo respetable, sino un verdadero y auténtico intento de rendir un testimonio de amor al Eterno Dios que nos ha amado antes y desea por encima de toda otra cosa unirnos a Él por medio de Su Torah encarnada en nosotros, así como fue con nuestro amado Mesías.


2 comentarios:

TOTALMENTE DE ACUERDO,SIN ARREPENTIMIENTO GENUINO,SON PECADORES QUE SE PORTAN BIEN!!

Al leer este informe no me queda otro pensamiento que el de las palabras escritas en el Libro de Revelaciones acerca de la gran ramera y sus hijas.
Llegará el tiempo..no muy lejano creo, en donde los "crédulos" terminarán por aceptar "cualquier viento de doctrina" y tomando los ritos de la Gran madre...haciéndose todo una misma cosa...ya no será una fusión sino una confusión.
Shalom!

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