sábado, 16 de agosto de 2014

México no se quiere hacer cargo de sus 95.000 niños desprotegidos

“Si hay algún pobre entre tus compatriotas en
alguna de las ciudades del país que el Señor tu Dios te da, no seas inhumano ni le niegues tu ayuda a tu compatriota necesitado". 
(Deuteronomio 15:7)

La pobreza es un flagelo que causa estrago en los hogares de los hombres. Esto se evidencia hoy día en muchas casas de México.  Muchas familias de esta nación ha sido testigo de como la pobreza ha provocado que los menores de edad, los más desprotegidos, tengan que abandonar su hogar. Este hecho deja a esos niños a merced de los peligros de la calle.

En México, los cálculos más conservadores indican que hay 95 mil niños y niñas que viven en la calle expuestos a explotación, drogas, enfermedades y delincuentes. Estos niños vagabundos muestran una realidad: fallan los programas sociales para que se integren al desarrollo.

También existe otro tipo de niños desprotegidos, los que no viven en la calle, pero trabajan en ella. Los que sus padres ponen a laborar para completar el gasto familiar. Esto evidencia el problema de fondo: la pobreza.

La mayoría de los padres de familia mexicanos tienen la conciencia de que deben mantener a sus hijos bajo supervisión, pero la creciente exposición a las drogas, la violencia callejera, y en muchos casos, el acceso ilimitado a Internet hacen difícil la tarea.

Los legisladores mexicanos elaboran la Ley General para garantizar los Derechos de las Niñas y los Niños. Pero hasta ahora no hay nada concreto en esta materia, por lo que los padres tratan de inculcar valores para que tengan elementos con qué defenderse.

En México existen múltiples organizaciones gubernamentales y no gubernamentales destinadas a la protección de los infantes, sin embargo, cada vez es más frecuente ver a grupos de niños tratando de sobrevivir a la intemperie en las calles de esta ciudad.

Es ya tiempo que esta nación torne sus paradigmas en la dirección que la Torah (Instrucción) del Eterno Dios pauta, y de ese modo saque a sus habitantes del dominio opresor que la serpiente antigua, disfrazada de Reina del Cielo, ha ejercido durante siglos sobre esos territorios. 

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