Todos los santos escogidos de Yahvéh sabemos que las Sagradas Escrituras (La Biblia) de por sí son una recopilación de los libros redactados por aquellos siervos llamados por el Eterno Dios para que Su llamado de Salvación pueda llegar a todos los seres humanos y así reposicionarlos en Su Propósito Eterno.
Últimamente, se está haciendo común oír hablar de los famosos “libros perdidos” de la Biblia. Dicha expresión se aplica a un conjunto de escritos que, al parecer, existían antes de que ésta se compusiera, y en los que se basaron los autores bíblicos para redactar sus obras. Hoy, lamentablemente, dichas obras han desaparecido, y resulta imposible saber qué es lo que decían. Sin embargo, sabemos de la existencia de estos libros porque la misma Biblia los menciona. El Antiguo Testamento nombra 21 de ellos, en un total de más de 50 citas bíblicas.
Muchos grupos esotéricos de la actualidad, han salido por el mundo, a través de los distintos medios a aprovechar la mención de estos libros para causar confusión en las masas y sembrar en los seres humanos la duda en cuanto a la inspiración divina de Las Escrituras bíblicas. Estas diversas sectas especulan con que tales libros escondían información sobre civilizaciones secretas, ciudades misteriosas y culturas fantásticas, información que hoy, según dicen, puede descubrirse oculta en el trasfondo de los relatos bíblicos. Otros, en cambio, se valen de estos “libros perdidos” para desacreditar la Biblia; como es el caso de Orson Pratt, uno de los fundadores de los mormones, que en 1852 denunciaba que la Escritura “no contiene la verdad completa, porque varios de sus antiguos libros sagrados se han extraviado”.
¿Existieron estos “libros perdidos”?
Primeramente, debemos entender que no hay “libros perdidos” de la Biblia, ya que dicha expresión permite el equívoco que conduce a pensar en la existencia de libros que fueron quitados de la Biblia. Entendemos que hay muchas leyendas y rumores sobre libros “perdidos,” pero ninguna de estas historias es verdadera.
Cada libro que el Eterno Dios designó e inspiró para estar en la Biblia, está hoy en ella. Hay literalmente cientos de libros religiosos que fueron escritos en el mismo período de tiempo que los libros de la Biblia. Algunos de estos libros contienen relatos verdaderos sobre cosas que realmente ocurrieron (1 Macabeos por ejemplo). Algunos de ellos contienen buena enseñanza espiritual (La Sabiduría de Salomón por ejemplo). Sin embargo, estos libros no fueron inspirados por el Espíritu de Dios. Si leemos cualquiera de estos libros, los apócrifos por ejemplo, debemos tratarlos como libros históricos falibles, no como la inspirada e inerrante Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16-17).
Entendiendo todo lo hasta aquí explicado, veamos cuáles eran algunos de estos libros y dónde se les menciona.
El primero y más antiguo es el llamado "Las Guerras de Yahvé" (Núm 21: 14). Es el único que figura en el Pentateuco. Parece que fue una antigua colección de poemas sobre diversas batallas de los israelitas contra sus enemigos. También sería la fuente de algunos poemas como "La Canción del Mar" (Ex 15: 1-18), la "Canción de Miriam" (Ex 15: 21), la Canción de Moisés (Dt 32) y la Canción de Débora (Jue 5).
En la historia deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes), se citan otros cuatro libros perdidos: "El Libro de Yashar" o "Libro del Justo" (Jos. 10: 12-13; 2 Sm. 1: 19-27 y 1 Re. 8: 12-13); "Los Hechos de Salomón" (1 Re. 11: 41); "Las Crónicas de los Reyes de Israel" (1 Re. 14: 19); y "Las Crónicas de los Reyes de Judá" (1 Re. 14: 29).
En la llamada historia cronista (Crónicas, Esdras y Nehemías), se nombra: "Los Hechos del vidente Samuel" (1Sam. 10:25; 1 Cro. 29: 29; 2 Cro. 9: 29); "El Libro de las Palabras de Jehú" (2Cro. 20:34); "El registro de las Crónicas del rey David" (1Cro. 27:24); "Los Hechos del vidente Gad" (1 Cro 29: 29); "Las Profecías de Ajías de Silo" (2 Cro. 9: 29); "Las Visiones del vidente Idó" (2 Cro 9: 29; 2 Cro. 12: 15); "Los Hechos del profeta Shemaías" (2 Cro. 12: 15); "El Comentario del profeta Idó" (2 Cro. 13: 22); "El Comentario del libro de los Reyes" (2 Cro. 24: 27); "El Libro de los Hechos del Rey Uzías" (2 Cro. 26: 22); "Los Hechos de Jozay" (2 Cro. 33: 19); "Las Lamentaciones" (2 Cro. 35: 25); "El Libro de las Crónicas" (Neh. 12: 23); "Las Palabras de los Videntes" (2Cro. 33:19); "El Libro de las Memorias de las Cosas de los Tiempos" (Ester 2:23; 6:1); "El Libro de los anales de los reyes de Media y de Persia" (Ester 10:2).
Finalmente, podemos agregar como dato temático que en los libros de Los Macabeos se mencionan los dos últimos libros perdidos de la Biblia. El primero es "Las Memorias de Nehemías" (2 Mac. 2: 13) y "Las Cartas de los Reyes sobre las Ofrendas" (2 Mac. 2: 13). No sabemos si eran "libros" en el sentido moderno de la palabra, o simplemente colecciones orales transmitidas de generación en generación por los israelitas.
Lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento. San Pablo cita el libro "Fenómenos", del poeta griego Arato (Hch. 17: 28). En su Carta a los Corintios (1 Cor 15, 33) menciona la famosa comedia Tais, del escritor ateniense Menandro (siglo IV a.C.). La Carta a Tito (Tt 1: 12) hace referencia a los Oráculos, del poeta cretense Epiménides (siglo VI a.C.). Y san Lucas menciona que el gobernador Festo escribió una carta al emperador romano acusando a san Pablo de criminal (Hch 25: 26).
Sabemos que el apóstol Pablo escribió epístolas que no fueron colocadas en el canon escritural. Por ejemplo, existió una epístola anterior de Pablo a los corintios. Aparentemente esta carta contenía instrucciones de cómo comportarse con la gente de mala voluntad. A esta epístola se la menciona en 1Corintios 5:9, en dónde leemos: "Os escribí en carta que no os mezclarais con los fornicarios".
Otra epístola de Pablo a los efesios. Esta carta es mencionada, aparentemente en Efesios 3:3, cuando el apóstol les dice: "que, según revelación, se me manifestó el misterio, según antes he escrito en breve".
Existe una carta de Pablo a los laodicenses. Ésta es mencionada en Colosenses 4:16, cuando el apóstol expresa: "Y cuando hayáis leído esta epístola, haced que sea también leída en la iglesia de Laodicea, y la que recibiréis de Laodicea, leedla también vosotros".
Sabemos que el apóstol Pablo escribió epístolas que no fueron colocadas en el canon escritural. Por ejemplo, existió una epístola anterior de Pablo a los corintios. Aparentemente esta carta contenía instrucciones de cómo comportarse con la gente de mala voluntad. A esta epístola se la menciona en 1Corintios 5:9, en dónde leemos: "Os escribí en carta que no os mezclarais con los fornicarios".
Otra epístola de Pablo a los efesios. Esta carta es mencionada, aparentemente en Efesios 3:3, cuando el apóstol les dice: "que, según revelación, se me manifestó el misterio, según antes he escrito en breve".
Existe una carta de Pablo a los laodicenses. Ésta es mencionada en Colosenses 4:16, cuando el apóstol expresa: "Y cuando hayáis leído esta epístola, haced que sea también leída en la iglesia de Laodicea, y la que recibiréis de Laodicea, leedla también vosotros".
En la epístola de Judas encontramos la mención al libro "Las profecías de Enoc". Este libro profético, es citado brevemente por el hermano de nuestro Señor cuando escribe: "De ellos también profetizó el séptimo desde Adán, Henoc, cuando dijo: “He aquí que viene el Señor con sus santas miríadas para ejercer un juicio contra todos y convencer a todos los impíos de todas las impiedades que cometieron y de todas las crudezas que contra El hablaron los pecadores impíos” (Jd. 1:14-15).
Ahora bien, ninguno de estos libros mencionados ha sido nunca un libro "bíblico", que tuviera una relevancia cultural en las comunidades de creyentes, sino literatura que los autores bíblicos conocían y citaban, porque tenía datos que les resultaban útiles o interesantes para sus obras, pero no los consideraban inspirados por Dios. Si hubiesen creído que estos libros eran sagrados, los hubieran preservado completos y no solo la referencia fragmentada de algunas frases o párrafos.
Por lo tanto, entendemos que cuando la Biblia cita un libro antiguo, no es para canonizarlo, ni porque reconozca en él una inspiración divina, sino simplemente para referir una idea que en él había, y que era oportuna para los lineamientos inspirados, nada más. Otras veces lo hace para contarnos de dónde tomó el autor el material de su obra.
En consecuencia, el hecho de que no se hayan conservado hasta hoy no significa que la Biblia esté incompleta. La Escritura, tal como la conocemos, está completa. No le falta ninguna obra. Ella tiene el poder, la fuerza, el vigor y la energía capaz de transformar a cualquier persona. En todo caso, lo único que le falta a la Biblia es que nosotros la leamos, creamos en ella y vivamos sus enseñanzas.
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