" Bendito el varón que confía en Yahvéh, y cuya confianza es Yahvéh
Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto".
(Jeremías 17:7-8)
Todos deben saber a esta altura que William Colgate fue un empresario inglés que nació el 25 de enero de 1783 en
la localidad de Hollingbourn, en Kent, Reino Unido. Hijo de Robert Colgate y
Sarah Bowles.
En 1806 emigró a Nueva York, pues se vio obligado a abandonar su hogar, ya
que sus padres no podían sostenerlo, debido a la gran escasez económica en la
que vivían.
Con tan sólo 16 años de edad, se ganaba la vida recorriendo las calles
vendiendo jabones con una caja de madera colgada al cuello. Con sus ventas,
ayudaba a su mamá quien ya había enviudado, además de colaborar para la
educación de su hermanita.
Siendo él un joven de campo, se encontró con lo duro de conseguir trabajo en
la gran ciudad, sin embargo, su fe en Dios lo ayudó a continuar en la búsqueda
por superarse y prosperar.
Un día para protegerse de la lluvia, se refugió en una iglesia y escuchó
cuando el predicador narraba la historia de Jacob:
“E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este
viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si
volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he
puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré
para ti".
(Génesis 19:20-22)
William, al escuchar esto, al salir se arrodilló con su cajita de jabón y
oró diciendo:
“¡Oh Dios!, Si me sacas de esta pobreza en que me encuentro, te prometo que
durante toda mi vida daré para ti la décima parte de todo lo que gane”.
Durante la noche tuvo un sueño, en el cual escuchó una voz que le decía:
“Aprende a fabricar jabones”.
Tuvo fe y obedeció, ya que al día siguiente
consiguió un empleo en una fábrica de almidón, jabones y velas. Llegó como
mensajero, pero por su buena conducta fue ascendiendo hasta que aprendió a
fabricar jabones.
Pronto, llegó a ser socio en el negocio del jabón; pero pocos años más
tarde, se convirtió en el único propietario debido al fallecimiento de su
socio. El negocio creció prósperamente, gracias a su esfuerzo y por supuesto,
porque él continuó honrando a Dios con sus diezmos.
Para 1896 William Colgate descubrió la fórmula de la crema dental e
introdujo los tubos de pasta de dientes, que hasta esa fecha, se
comercializaban en polvo o en tarro. En 1906 por la calidad de sus productos,
ya se encontraba produciendo una línea de jabones para el lavado de ropa.
Su fidelidad y dedicación a Dios le hizo prosperar y triunfar como
empresario, ya que después de comenzar con el 10% de su diezmo, continuó con el
20%, el 30%, el 40%, el 50%, así, hasta llegar a dar el 90% de todas sus
ganancias. Sus ventas aumentaron rápidamente con el paso del tiempo, por lo que
su jabón comenzó a ser una marca reconocida en muchos hogares a través del
mundo.
Colgate fue considerado el hombre más rico, sobreviviendo con apenas el 10%
de sus ganancias. Fue alguien que apoyó a hombres de Dios para que se pudiera
llevar el mensaje de salvación a muchas naciones.
La Universidad Colgate lleva su apellido en reconocimiento a su labor como
benefactor de la institución.
Además ayudó a organizar varias sociedades Bíblicas, inclusive la American
Bible Society (1816).
Después de su muerte el 25 de marzo de 1857, sus hijos continuaron siendo
fieles a Dios y en 1928 y, debido a su creciente internacionalización, la
compañía decide fusionarse con Palmolive-Peet, para luego terminar siendo
Colgate-Palmolive.
Sin duda, esto me ha dejado una tremenda enseñanza sobre lo importante que
es honrar a Dios con nuestros diezmos, la fidelidad de Él hacia nosotros, y por
consiguiente, poner en práctica nuestra fe, disciplina y esfuerzo.
William Colgate le creyó a Dios y a sus promesas.
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