"Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros".
(Efesios 4:25)
Imagínense que nos empiezan a acusar de algo que no es cierto. A pesar de lo que decimos en nuestra defensa, siguen sin creernos. ¡Nos indignaríamos!
Y no sería una emoción que se disipe de buenas a primeras. Apenas termina el interrogatorio, empezaríamos a reclamar la injusta acusación.
Pero si somos mentirosos y culpables, la actitud es otra. Por medio segundo nos relajamos, aliviados que ya el ataque terminó; pero enseguida el hemisferio izquierdo del cerebro toma las riendas y dice “¡Vaya! ¡Se supone que debemos demostrar indignación!”
¿Cómo ejecutarlo correctamente?
Existe un procedimiento sistemático para lograrlo; requiere de cierta práctica, pero es posible lograrlo con esta estrategia:
1) Acorrale al (supuesto) mentiroso, lanzando pregunta tras inquisitiva pregunta, tratando de ir aumentando su estrés, pero sin que sobrerraccione. Vaya cocinándolo a fuego lento.
2) Verifique visualmente que, efectivamente, sus hombros se empiezan a subir y “juntarse” un poco. Este paso es muy importante, y es el que da pie a:
3) Lance una última pregunta y espere la respuesta (cualquiera que sea), y por último…
4) ¡El punto decisivo! Apenas el mentiroso termina su respuesta, nos quedamos de tres a cuatro segundos mirándolo fijamente a los ojos, como considerando que está diciendo en efecto la verdad. Mientras, nuestras manos deben estar apuntaladas en la cintura, dando a entender que no vamos a dar un paso atrás. Al terminar los tres ó cuatro segundos de mirada fija… afloja los brazos, gira tu cuerpo 45°, llévate una palma a la frente y suspira profundamente, oscilando los ojos hacia abajo, pero sin perderlo de vista.
Este gesto compuesto le dará a tu interlocutor absoluta certeza de que el interrogatorio ha terminado. ¡Es el momento! ¿Empieza el contraataque inmediatamente, o hay una fracción de segundo de alivio?
Tomado del libro: "Cómo descubrir la mentira y al mentiroso", de Leonardo Ferrari
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