Mientras conducía mi automóvil,
escuchaba una conocida radio local (en frecuencia FM). En medio de una charla
amena y variada, un grupo de comunicadores se propuso contribuir al consciente
colectivo aportando un dato erróneo que la gran mayoría de
los católicos romanos lo portan en sus almas. El diálogo se centró en el axioma
de que el árbol de navidad se arma por costumbre el 8 de diciembre por ser la
fecha en la que Jesús fue concebido en el seno de María. Esa sería la causal de que en dicha fecha se
celebra el dogma de la inmaculada concepción. Así, y tal cual, lo dijeron y
aportaron. Así, y tal cual la gran masa católica cree que el dato encaja con el
día.
En verdad, me asombra como la masa de gente perece por falta de conocimiento (Os.4:6). Ignorancia que abarca aún a sus errores y herejías. Digo esto por que el día 8 de diciembre no se celebra la concepción de Jesús, sino más bien, el momento en que fue concebida María (madre de Jesús) en el vientre de su madre.
Ante todo este manto de error que hoy cubre las naciones de tinte romano diremos que si bien nuestra fe reconoce que María fue la más extraordinaria de las mujeres que en las Escrituras se menciona, es
apropiado inyectar, especialmente hoy, una palabra de precaución contra la tendencia común de
enaltecerla demasiado. Ella era, después de todo, una mujer, no una semidiosa o
una criatura de forma cuasi-deidad que de alguna manera trasciende al resto de
su raza.
El punto de su "bendición" no es ciertamente que debemos
pensar en ella como alguien a quien podemos apelar para bendición; sino que
ella misma fue supremamente bendecida por el Eterno Dios. Ella nunca es retratada en las
Escrituras como fuente o dispensadora de la gracia. Sino que es ella misma es
destinataria de la bendición de Yahvéh, nuestro Dios. Es su Hijo, no María, la fuente
de la gracia (Salmo 72:17). Él es la tan esperada simiente de Abraham de los
cuales habló la promesa del pacto: “En tu simiente todas las naciones de la
tierra serán bendecidas” (Génesis 22:18).
Las tradiciones religiosas extrabíblicas y muchas mentes supersticiosas
han beatificado a María haciéndola un objeto de
veneración religiosa, imputándole diversos títulos y atributos que pertenecen
sólo al Eterno Dios. Una larga tradición de almas demasiado entusiastas a lo largo de
la historia erróneamente la han exaltado al estatus divino. Por desgracia,
incluso en nuestra era, María, no Cristo, es el punto central de la adoración y
afecto religioso para millones. Ellos piensan en ella como más accesible y más
simpática que Cristo. Se le venera como la Virgen perfecta, supuestamente sin
ser tocada por el pecado original, una virgen perpetua, e incluso corredentora
con Cristo mismo.
Toda esa veneración de María es totalmente sin justificación bíblica. De
hecho, es completamente contrario a lo que la Escritura enseña expresamente
(Apocalipsis 19:10). Pero la tendencia a hacer a María un objeto de culto no es
nada nuevo. Incluso durante el ministerio terrenal de Jesús, por ejemplo, hubo
quienes mostraron reverencia indebida a María por su papel como Su madre. En
una ocasión, la Escritura dice, una mujer de entre la multitud levantó la voz y
dijo a Jesús:
"Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que te
criaron". Su respuesta fue una reprensión: "Por el contrario,
bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan".
(Lucas
11: 27-28)
Con esta exhortación, el Mesías dejó bien establecido que aún su madre estaba obligada a escuchar la Torah (Instrucción) del Eterno y obedecerla. Es que no hay humano que escape a la herencia del pecado (Romanos 3:23), salvo nuestro amado Mesías (Hebreos 4:15).
María misma era un alma humilde que mantiene un perfil bajo consistentemente
en los relatos evangélicos de la vida de Jesús. Toda la Escritura neotestamentaria desmiente
expresamente algunas de las principales leyendas sobre ella.
La idea de que ella permaneció virgen perpetua, por ejemplo, es imposible de
conciliar con el hecho de que Jesús tuvo medios hermanos que se nombran en las
Escrituras junto a José y María con sus padres: "¿No es éste el hijo del
carpintero? No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y
Judas?"(Mateo 13:55). También leemos que José se abstuvo de
relaciones sexuales con María sólo "hasta que dio a luz a un hijo primogénito" (Mateo 1:25). En cualquier lectura natural del sentido normal de las Escrituras, es imposible
apoyar la idea de la virginidad perpetua de María.
La inmaculada concepción de María y de su supuesta falta de pecado son
igualmente sin ningún fundamento bíblico alguno.. La primera estrofa del
Magníficat de María habla de Dios como su "Salvador", dando así
testimonio implícito, de los propios labios de María, que ella necesitaba redención.
En tal contexto bíblico, podría referirse sólo a la salvación del pecado. María
estaba en efecto confesando su propia maldad.
Si María estaba libre de todo pecado y culpa, como ese dogma romano lo afirma, entonces no tenía inmundicia; y por lo tanto, no tenía porque purificarse. Sin
embargo, y le pese a Roma y sus secuaces, María al dar a luz quedó inmunda según la Ley (Torah) y tuvo que cumplir con
el rito de purificación como cualquier mujer de su tiempo. La Biblia dice lo
siguiente cuando José y María presentaron a Jesús: “Y cuando se cumplieron los
días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a
Jerusalén para presentarle al Señor” (Lucas 2:22)
Fueron a presentar a Jesús, de acuerdo a la Ley (Torah) que se describe aquí:
Fueron a presentar a Jesús, de acuerdo a la Ley (Torah) que se describe aquí:
“Habla a
los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será
inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al
octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días
purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario,
hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación.”
(Levítico 12:2 al 4)
Es palabra de Dios, nada que hacer. Como discípulos de Cristo que ama a Dios no puedo creer en una doctrina que no se sustenta en Su perfecta Palabra, y que incluso, al contrario, la rechaza.
Ana, supuesta madre de María, embarazada. |
La Biblia no menciona nada de este supuesto hecho que, según el catolicismo, es importantísimo para todo cristiano. Resulta que no existe en toda la Biblia un solo pasaje que haga referencia a la Inmaculada Concepción de María. En ninguna parte se menciona que María fue una persona distinta a todo el resto de la humanidad, en el sentido de haber sido una persona que nunca pecó en toda su vida. ¿Se equivocó el Eterno Dios? ¿Si la inmaculada concepción es verdad, porque Dios no lo describió por inspiración en las Sagradas Escrituras (Biblia)?
La Biblia es la suprema, perfecta y completa Palabra de Dios. En las Escrituras, el Eterno Dios no dejó absolutamente nada al azar. En la Biblia Dios nos habla todo lo que necesitamos saber acerca de la salvación y la vida eterna.
Cuando tenemos que buscar información externa a la Biblia, estamos diciendo que la Biblia no es perfecta; que está incompleta. Sin embargo, sabemos que el Eterno Dios es perfecto y que por lo tanto Su Palabra también lo es.
Me parece muy interesante aportar el dato de que uno de los inspiradores de los fundamentos católicos romanos. el famoso San Agustín (354-430),obispo de Hipona y doctor de la iglesia combatió la idea de que María hubiera nacido sin mancha del pecado original (en Psalm 34,sermón3) dice:"María murió por causa del pecado original transmitido desde Adán a todos sus descendientes". Y en su escrito De Peccatorum Meritis, declara que la carne de María era "carne de pecado" y que María que descendía de Adán, murió a consecuencia del pecado.
Desde el punto de vista bíblico y objetivo, podemos
decir que el dogma de la Inmaculada Concepción de María no es de Dios.
Surgen interrogantes como: ¿Por qué el catolicismo romano se empeña en que sus
fieles se acerquen a María en vez de a Jesús directamente?
Detrás de todo esto podemos ver
una maquinación para que se pierda el horizonte y la meta a la cual pretendemos
llegar. Nuestra mirada no tiene que estar en un hombre o una mujer, nuestros
ojos tienen que estar en Jesús:
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”
(Hebreos
12:2)
De hecho, lejos de representar a María con un halo y una mirada seráfico en
su cara, su Escritura la revela como una chica promedio joven de medios comunes
de la ciudad de campesinos en una región pobre de Israel, desposada con un
novio de la clase obrera que se ganó su vida como carpintero. Si usted hubiera
conocido a María antes de que su Hijo primogénito fuera concebido
milagrosamente, no podía haberla notado en absoluto. Ella difícilmente podría
haber sido más sencilla y sin pretensiones.
María nació con una naturaleza pecaminosa como cualquier otro ser humano caído. Ella era una pecadora al igual que cualquier persona humana que desde Adán ha habitado este planeta. Según la Biblia, todos somos pecadores terribles. Lo que sucede es que, adormecidos por el mismo pecado, tendemos a pensar que no estamos tan mal, porque nos comparamos con otros hombres que consideramos más pecadores. Sin embargo, la vara de medir precisa y verazmente es la Palabra de Dios. Si nos comparamos con la revelación de la Escritura, entonces vamos a ver lo sucio y perverso que en realidad somos los ojos de Dios:
“Pero todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades, como el viento, nos han quitado.”
(Isaías 64:6)
Sin embargo, y a pesar de todo, María, un día, se encontró inesperadamente en un papel decisivo en el plan redentor del Eterno Dios. Un día oportuno del propósito eterno de Dios en el que un anuncio angelical cambió la vida de María para siempre.
Entendámoslo bien, y proclamémoslo, sólo el Señor Jesús, el Cristo divino, nació sin una naturaleza pecaminosa. Esto se debe a que Jesús no tuvo un padre terrenal, sino que el Eteno Dios era su propio Padre. El Mesías tenía la vida de Dios fluyendo por su sangre, no el pecado del hombre. Es decir que Jesús tenía la carne de Adán, aportada por la genética de María, pero no tenía sangre contaminada con el pecado, proveniente de Adán. Recordemos que, según la Torah, la vida está en la sangre (Levítico 17:11). Es el tipo de sangre del padre el que se lleva al niño por herencia, no el de la madre. María era simplemente un instrumento que se utiliza para la gloria de Dios y su propósito.
Por último, haz click sobre la imagen e interpreta con tu corazón el mensaje que el Eterno necesita que entiendas para tu salvación:
A continuación algunos textos para estudiar y reflexionar:
"Porque él, le ha hecho pecado por nosotros, que no conoció pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
(2 ª Corintios 5:21)
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede ser tocado con el sentimiento de nuestras debilidades, pero fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”
(Hebreos 4:15)
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