Me viene ocurriendo hace unos meses. Pero, fue ayer, en un consultorio odontológico, cuando decidí ser un profeta contra el síndrome luciferino llamado "phubbing".
Soy consciente que la escena que me indujo a hacerlo, se repite día a día en diferentes lugares de este planeta y se vive en sus multiformes sustratos. Dos hermanas ingresando a la sala de espera, saludaron a los que allí estábamos y se sentaron juntas. El problema que las aquejaba comenzó a manifestarse inmediatamente. No era de carácter dentario, sino más bien afectivo-emocional. Las dos sacaron sus smartphones y comenzaron un diálogo muy paradógico e irónico. Durante 20 minutos (tiempo que tardó el odontólogo en llamar mi turno) se ignoraron prestando atención a vaya a saber quiénes se encontraban del otro lado de sus aparatos en algún lugar de este bendito mapamundi. Salí de mi consulta y allí continuaban las dos, inmutables con su mirada clavada en las pantallas e indiferentes a su cercanía y amor.
Desde aquella, y muchas otras escenas semejantes, mi espíritu ha dado vueltas y vueltas en su devenir existencial llegando al discernimiento que estamos frente a la muerte de las relaciones humanas. Millones de personas hoy han sido programadas para estar en estado de trance frente a su teléfono "inteligente" (irónica denominación) haciendo caso omiso de los preciosos momentos que transcurren a su alrededor. Para bienes, me enteré que las estadísticas denuncian que en mi provincia (Mendoza) cinco de cada diez personas sufre este mal y la mayoría no lo sabe.
Señalando con nombre al mal.
Señalando con nombre al mal.
A todos nos ha pasado. Estar en una reunión familiar, una cita, un concierto, una junta de trabajo, y allí están ellos, gente que no puede dejar de revisar los mensajes en Facebook, Twitter, Google+, e-mail o WhatsApp. Muchos "zombies" que llevan el teléfono pegado a la mano ignorando a la gente que está alrededor. Ellos son víctimas de un síndrome post-moderno llamado phubbing.
Esta práctica masiva carecía de nombre hasta hace poco pero sus consecuencias eran apreciables por cualquier comensal. Se inició hacia el año 2007 con el nacimiento del smartphone o teléfono inteligente, que sintetizaba en pocas pulgadas la potencia de un ordenador de sobremesa. Con la posibilidad de mantenerse conectado a Internet a cualquier hora y en cualquier lugar, se generalizó esta obsesiva práctica que muchos perpetúan sin ni siquiera saberlo.
El “phubbing” (término formado a partir de las palabras inglesas phone y snubbing) consiste en el acto de menospreciar a quien nos acompaña al prestar más atención al móvil u otros aparatos electrónicos que a su persona. Preferir mirar a la pantalla de tu teléfono para actualizar un estado de Facebook, para publicar algo en Twitter (o leer el timeline), para enviar mensajes por WhatsApp, jugar, o lo que sea. La acción que se destaca siempre será la misma: elegir al aparato por sobre la persona que se encuentra en frente.
Describiendo las sensaciones maléficas de este síndrome luciferino.
La sensación es descripta como un impulso que no se puede controlar, bajo la promesa mental de que la persistencia en la tarea va a otorgar algún rédito. Lo cierto es que esta tendencia, lejos de ser una moda, hoy es una realidad que ni los profesionales de la salud mental pueden negar. Por otro lado, es sabido que el hecho de no mirar a los ojos refleja una gran falta en lo que respecta a comunicación interpersonal, lo que, de reiterarse con asiduidad, puede afectar seriamente las relaciones.
Describiendo las sensaciones maléficas de este síndrome luciferino.
La sensación es descripta como un impulso que no se puede controlar, bajo la promesa mental de que la persistencia en la tarea va a otorgar algún rédito. Lo cierto es que esta tendencia, lejos de ser una moda, hoy es una realidad que ni los profesionales de la salud mental pueden negar. Por otro lado, es sabido que el hecho de no mirar a los ojos refleja una gran falta en lo que respecta a comunicación interpersonal, lo que, de reiterarse con asiduidad, puede afectar seriamente las relaciones.
Hay dos formas de entender esta situación. Pongamos de ejemplo una pareja: ambos se dejan de comunicar cara a cara por estar vinculados a un soporte tecnológico. Estos casos son preocupantes porque una persona ante la falta de la otra cae en el mismo sitio y entre los dos se vician de esta conducta. Pero, también puede suceder que una de las personas esté permanentemente con el celular y la otra se siente ‘reemplazada’ por un teléfono. Eso genera mucha irritación y es entendible.
Con la llegada de los celulares, una de las primeras reglas de cortesía en quebrarse fue el hecho de atender una llamada en medio de una reunión. Sin embargo, esta actitud se justificó socialmente con el tiempo bajo el pretexto mentiroso “está bien que lo haga, puede ser una emergencia”.
Hoy, con la llegada de los smartphones y las comunicaciones en las redes sociales, todo se agravó y las necesidades ya no responden a una emergencia sino a un principio de neurosis por llenar una falta.
Lo interesante es que quienes ocasionan el phubbing no tienen rangos de edades específicos, aunque es más frecuente ver a los jóvenes protagonizando alguno de estos desplantes. Cualquier excusa sirve para bajar la mirada y entrar en el universo de las redes. Desde una pequeña actualización del perfil, hacer clic en un ‘me gusta’, publicar un comentario en Twitter, responder un mensaje por WhatsApp, o sacar una foto de la comida y compartirla en Instagram.
Durante cualquier conversación presencial se producen múltiples interferencias externas (ruido de la calle, una bocina, el mozo que pasa, suena un celular), pero algunas personas son capaces de bloquear esas interferencias. Otras, no consiguen abstraerse. Es que vivimos en una sociedad individualista y cada vez hay menos actividades en común dentro del núcleo familiar.
A coontinuación les comparto un cuadro en el que se describen las ciudades más afectadas por esta práctica inhumana:
Luchando para detener el mal.
En EE.UU. ya son muchas las plataformas virtuales que combaten activamente este descortés hábito. Sus argumentos aluden al protocolo más básico a la hora de sentarse a la mesa, que reprocha empezar a comer antes de que todos hayan sido servidos o coger comida del plato de otros comensales, y que por ende reprueba el acto de ignorar a quien tenemos al lado.
El movimiento Anti-Phubbing surge recientemente con su fundación por el australiano Alex Haigh, que ha creado una página de internet y explota el uso de las redes sociales para su propagación y concienciación.
Los promotores de estas iniciativas “antiphubbing” aseguran que casi el 90 por ciento de los adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara y que los restaurantes experimentan 36 casos de “phubbing” en cada sesión de cena, y advierten de que este fenómeno puede acabar reduciendo las relaciones sociales al intercambio de mensajes virtuales.
El sitio propone, entre otras sujerencias, jugar al “Phublotto”, que consiste en que se apilan los teléfonos celulares en un área de la mesa y la primera persona que tome el suyo va a ser la ganadora de pagar toda la cuenta de la noche. Una buena propuesta, además conveniente para los que logren desafiar el reto y no caer en la trampa.
Consejos sabios para acabar con este síndrome reptiliano.
Es más que evidente que todo esto tiene un claro mensaje para nosotros: ¡es hora de volver a evaluar la forma en que usamos nuestros teléfonos en presencia de otros!
Estoy convencido que buscar contactos o eventos que enriquezcan nuestras relaciones humanas, en lugar de recurrir al mundo virtual, es la solución más recomendable. Dependiendo del estado de ánimo de las personas, el uso constante de los aparatos puede ser nada más que una manera de escapar de problemas personales. Por ende, no hay duda que el pensamiento necesita urgentemente desarrollar un tiempo para sí mismo, y una vez autovalorizado en sí mismo, surgir hacia el exterior buscando la expresión de otros en la dinámica del "face to face".
Necesitamos reconocer que muchas veces la tecnología nos coloca en situaciones que nos anestesia y nos rapta de nuestra misión cotidiana: fortalecer los vínculos desde el amor. Puede que no parezca tan obvio, sin embargo, tal como lo experimentamos ciertos niveles de sufrimiento y angustia, busca inconscientemente actividades que nos distancia de las dificultades cotidianas.
Es por ello que antes de salir con nuestras amistades, así como con nuestra pareja, es mejor pensar primero en guardar bien el teléfono por un tiempo antes de cometer este acto tan anti-Dios, que se sigue expandiendo.
Además vale la pena considerar que las personas no están con nosotros todo el tiempo en cambo el teléfono celular sí, y creo que en nuestros ratos libres, cuando estemos solos, le podemos dedicar tiempo a éste.
El hecho de realizar "phubbing" frente a alguien demuestra la falta de interés de haber salido o de convivir con cierta o ciertas personas, lo que significa que tu amistad no es muy sincera sí es que alguna vez lo fue. De este modo vamos creando heridas en los sentimientos en las personas al darles entender que no nos interesan o que no les damos la atención merecida.
Así que trate de no entrar en este círculo vicioso. Adquiera pasatiempos y actividades que tengan sentido y le otorguen placer. Propóganse día a día la aventura de encontrar un momento en que cómo individuo te sientas totalmente realizado desde la plenitud de tu interioridad.
El sitio propone, entre otras sujerencias, jugar al “Phublotto”, que consiste en que se apilan los teléfonos celulares en un área de la mesa y la primera persona que tome el suyo va a ser la ganadora de pagar toda la cuenta de la noche. Una buena propuesta, además conveniente para los que logren desafiar el reto y no caer en la trampa.
Consejos sabios para acabar con este síndrome reptiliano.
Es más que evidente que todo esto tiene un claro mensaje para nosotros: ¡es hora de volver a evaluar la forma en que usamos nuestros teléfonos en presencia de otros!
Estoy convencido que buscar contactos o eventos que enriquezcan nuestras relaciones humanas, en lugar de recurrir al mundo virtual, es la solución más recomendable. Dependiendo del estado de ánimo de las personas, el uso constante de los aparatos puede ser nada más que una manera de escapar de problemas personales. Por ende, no hay duda que el pensamiento necesita urgentemente desarrollar un tiempo para sí mismo, y una vez autovalorizado en sí mismo, surgir hacia el exterior buscando la expresión de otros en la dinámica del "face to face".
Necesitamos reconocer que muchas veces la tecnología nos coloca en situaciones que nos anestesia y nos rapta de nuestra misión cotidiana: fortalecer los vínculos desde el amor. Puede que no parezca tan obvio, sin embargo, tal como lo experimentamos ciertos niveles de sufrimiento y angustia, busca inconscientemente actividades que nos distancia de las dificultades cotidianas.
Es por ello que antes de salir con nuestras amistades, así como con nuestra pareja, es mejor pensar primero en guardar bien el teléfono por un tiempo antes de cometer este acto tan anti-Dios, que se sigue expandiendo.
Además vale la pena considerar que las personas no están con nosotros todo el tiempo en cambo el teléfono celular sí, y creo que en nuestros ratos libres, cuando estemos solos, le podemos dedicar tiempo a éste.
El hecho de realizar "phubbing" frente a alguien demuestra la falta de interés de haber salido o de convivir con cierta o ciertas personas, lo que significa que tu amistad no es muy sincera sí es que alguna vez lo fue. De este modo vamos creando heridas en los sentimientos en las personas al darles entender que no nos interesan o que no les damos la atención merecida.
Así que trate de no entrar en este círculo vicioso. Adquiera pasatiempos y actividades que tengan sentido y le otorguen placer. Propóganse día a día la aventura de encontrar un momento en que cómo individuo te sientas totalmente realizado desde la plenitud de tu interioridad.
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