miércoles, 4 de diciembre de 2013

La esclavitud del mundo y el desafío mesiánico de extinguirla


Me estremeció la cifra. Llegué a experimentar al Espíritu Santo del Eterno contrito por causa de esto. Son casi 30 millones de personas las que viven como esclavos en el mundo. Seres humanos, creados a la imagen divina y enviados cómo regalos divinos, víctimas de la trata de personas, los trabajos forzados, de la explotación o, incluso, de  haber heredado ese estatus. 

Según el informe que da el nuevo listado realizado por la organización de derechos humanos Walk Free Foundation, con sede en Australia, la mitad de los humanos viviendo este estado se ubican en India.

Estos resultados son mayores que los de estudios previos sobre el tema como los realizados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que considera a  21 millones de personas en esa situación, es decir, nueve millones menos.

"Hoy algunas personas todavía nacen siendo esclavos por herencia, una realidad impactante y dura, particularmente en partes de Africa occidental y el sur de Asia", indicó el reporte de la fundación que tiene el respaldo de figuras como la ex secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton y el ex primer ministro británico Anthony Blair.

"Otras víctimas son capturadas o secuestradas antes de ser vendidas o retenidas para su explotación, ya sea a través de un 'matrimonio', de trabajo no remunerado en botes pesqueros o como trabajadores domésticos. Otros son atraídos con engaños a situaciones de la no pueden escapar, con falsas promesas de un buen trabajo o educación", agregó.

India, China, Pakistán y Nigeria tienen el mayor número de personas esclavizadas, mientras Etiopía, Rusia, Tailandia, República Democrática del Congo, Myanmar y Bangladesh siguen en ese orden en la lista de las diez naciones que sufren este fenómeno.

El índice ha sido elaborado utilizando una definición moderna de esclavitud, que incluye la servidumbre por deudas, el matrimonio forzoso, el trabajo forzado y la trata de personas en sus difentes modalidades, como la explotación y enajenación de menores. Además cuantifica lo que llama el riesgo de la esclavitud en 162 países y la fuerza que tiene la respuesta gubernamental a la lucha contra esta actividad ilegal.

Algunos expertos calculan que en diez años el tráfico de personas superará el tráfico de drogas y armas como la actividad ilegal más lucrativa del mundo.

Es muy importante que entendamos la seriedad de este asunto ya que el tráfico forzado de personas aumenta dos millones al año y es solo la punta del iceberg de las modernas formas de esclavitud. El 60% de las chicas en manos a las bandas criminales son forzadas a la prostitución, mientras un 20% es obligada al trabajo forzado. Un 40% del total son niños de ambos sexos. Al menos un 1% sufre las mutilaciones del tráfico de órganos, que les son extraídos con la complicidad de médicos y enfermeras.

Una de las formas de trabajo más odiosas es la de usar niños y adolescentes como vendedores de drogas, que terminan prisioneros esclavos de redes criminales, un fenómeno cada vez más frecuente en América Latina.

No debemos olvidar, que la causa principal de este horrendo fenómeno de las nuevas formas de esclavitud es sobre todo la enorme brecha económica existente entre países ricos y pobres y, particularmente, entre ricos y pobres en el interior de un mismo país, que empuja a mucha gente a dejar, de una manera u otra, su propia tierra en búsqueda de oportunidades mejores en el exterior.

Concluyendo con una reflexión profética al respecto entiendo que el hombre fue creado para estar solamente delimitado por el Verdadero Dios como su Amo y Diseñador de su propósito. También comprendo que, a causa de la rebelión al propósito, cuando los hombres rechazan al Eterno Dios como Señor, terminan teniendo a otros hombres como sus amos. Pero en la tarea de proclamación apostólica que tenemos como escogidos estamos llamados como Iglesia a no ser indiferente o silenciosa en relación con las formas modernas de esclavitud. 

Un punto crucial que vibra en mi entendimiento es el hecho claro de que el propósito de la Biblia es señalarle al ser humano el camino para su la salvación. Desde este punto de partida entiendo que la cosmovisión bíblica es traer reformas mentales al hombre y no reformar la sociedad. Con frecuencia el mensaje de la Biblia emprende los cambios desde adentro hacia fuera del hombre. Esto es, si una persona experimenta el amor, la misericordia y la gracia de Dios, recibiendo Su salvación, el Eterno reformará esa alma, cambiando su forma de pensar y actuar. 

Desde esto último, también me queda claro que una persona humana que ha experimentado el don de la salvación de Dios y la libertad de la esclavitud del pecado, mientras el Espíritu Santo transforma su alma, se dará cuenta de que el esclavizar a otro ser humano es malo y está totalmente alejado de la perfecta voluntad del Padre, que es buena y perfecta. Por lo tanto el varón o la mujer que realmente ha experimentado la gracia del Eterno Dios, reflejará también esta gracia hacia otros. Esa sería la receta de las Sagradas Escrituras para la terminación de la esclavitud humana en las naciones.

En palabras finales, de la Biblia aprendemos que, aunque nos resulte imposible atacar la super-estructura social del sistema babilónico, aunque parezca utópico cambiar en nuestra generación toda una cultura y sus injusticias, aunque nos quiera hacer creer que no se puede  cambiar una sociedad injusta… sí podemos hacer algo trascendental y ya. Podemos empezar, a valorar a todas las personas con el valor que Dios les da diariamente. Verlos como su Creador los ve. Amarlos como el Mesías los amó. Recordar que el mismo que nos rescató a nosotros, dándonos la dignidad de ser hijos de Dios, también se propone rescatar a los que sufran cualquier injusticia, y darles la dignidad humana de ser llamados hijos y herederos del Altísimo. 

Nos es urgente comprometernos con la misión de fomentar el "acogimiento" o "aceptación" fraternal. Para que esto se cumplido eficazmente debemos responder a la invitación del apóstol Pablo que nos dice: "Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios..” (Romanos 15:7).
Shalom.
P.A. David Nesher

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