Comenzaré citando palabras de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner al mostrar su preocupación por el trabajo de espionaje de los Estados Unidos a los habitantes de la América Latina: “Me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones. Más que revelaciones, son confirmaciones que teníamos de lo que estaba pasando” (palabras expresadas en el acto del 9 de julio en Tucumán).
El "frío" que corre por la espalda, tal y como lo expresara la mandataria argentina, está hoy manifestándose en la vida de millones de latinoamericanos que fueron sorprendidos por este tipo de información. Sabemos muy bien que los avances de
la tecnología moderna ayudan, a la élite que controla el orden del sistema, a que
no haya prácticamente nada que pueda mantenerse en secreto. Para muchos de nosotros no es ninguna
revelación que lo que el ex topo de la CIA, Edward
Snowden, destapó en su denuncia fue información que simplemente confirmó
lo que hasta acá los líderes de la política global sabían pero no se atrevían a
denunciar: el gobierno reptiliano del imperio tiene tal hambre de poder y
dominio que no ahorrará en estrategias criminales para mantenerse en la cima de
la pirámide que Leviatán le ha conferido a construir.
Recientemente, millones de estadounidenses quedaron sumamente
conmocionados al darse cuenta de que ya no existe realmente la privacidad.
Lo peor de todo es que el gobierno de Estados Unidos admitió
haber estado recolectando información de las conversaciones telefónicas de sus
ciudadanos durante los últimos siete años sin ningún tipo de prurito. Ellos saben perfectamente quién de nosotros llamó a quién, cuánto tiempo duró cada conversación. Todas y cada una de estas especulaciones proceden respecto a todo lo descubierto sobre cada persona latinoamericana en base a
las grabaciones que requisaron de las compañías telefónicas más importantes.
Desde esta perspectiva no cabe ya la menor duda de que la vigilancia se ha vuelto una parte innegable de nuestras
vidas. El gobierno de los Estados Unidos, después de que reconociera el hecho de que la privacidad absoluta ya no es parte de
la vida contemporánea, ha comenzado a trabajar más duro en el proyecto conspirativo del gran ojo que todo lo ve. De ese modo, aquel que se hace llamar el Gran Hermano (la serpiente antigua) está intensificando su accionar a favor de un nuevo orden mundial que fundará sus fundamentos en la pérdida de los derechos inherentes al ser humano en cuanto a su privacidad.
Hoy, mucha gente no está aterrorizada solamente por el hecho de que otros puedan conocer los secretos de sus vidas privadas, sino que están asustados por lo que pueda implicar dicho conocimiento en la forma en que son percibidos y por cómo se verán forzados a acotar sus actividades. Todos los hombres hoy se dan cuenta del peligro inherente que hay en el hecho de que los líderes que fueron democráticamente elegidos por las voluntades de los pueblos tengan acceso a información que fácilmente podrían utilizar para obtener un poder ilegítimo.
Hoy, mucha gente no está aterrorizada solamente por el hecho de que otros puedan conocer los secretos de sus vidas privadas, sino que están asustados por lo que pueda implicar dicho conocimiento en la forma en que son percibidos y por cómo se verán forzados a acotar sus actividades. Todos los hombres hoy se dan cuenta del peligro inherente que hay en el hecho de que los líderes que fueron democráticamente elegidos por las voluntades de los pueblos tengan acceso a información que fácilmente podrían utilizar para obtener un poder ilegítimo.
Existe una gran dosis de verdad en aquella respuesta que el ex
presidente de Google, Eric Schmidt, diera a un reportero hace algunos años atrás: “Si
tienes algo que no quieres que nadie sepa, quizás no deberías estar haciéndolo
en primer lugar”.
Edward Snowden, el ex empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, aportó la información que develó el manto que confirma la red de espionaje del gobierno de Barack Obama.
Todo se inició cuando Snowden le ofreció a The Guardian y The Washington Post la publicación de documentos e información confidencial que colocaba al descubierto toda esta trama conspirativa de la élite del NOM. Se conoció que la red de espionaje de Estados Unidos se expandió por toda América latina, operando fuertemente en Brasil, México y Colombia, pero con una rigurosa vigilancia en países como la Argentina, Venezuela, Ecuador, Chile, Perú y Panamá. Los datos confirmaron las sospechas de siempre: el espionaje vía satélite de comunicaciones telefónicas, correos electrónicos y conversaciones online.
El ex topo sacó a la luz cómo el monitoreo se realizaba a través de los programas de software: el Prism (Prisma) que permite el acceso a e-mails, conversaciones online y llamadas de voz de usuarios de Google, Microsoft y Facebook y el Boundless Informant (Informante Sin Límites). Desde estos puntos de la web se lograba violar toda clase de comunicaciones internacionales, faxes, e-mails, entre otros.
Quedó bien en claro que los temas más controlados por los espías fueron petróleo y acciones militares en Venezuela, energía y drogas en México, un mapeo de los movimientos de las FARC en Colombia, además de la agonía y muerte de Hugo Chávez.
En el video que a continuación comparto podrán ver con detalle un informe acerca de la NSA como una super-estructura que actúa guiada por las tinieblas mismas. En dicho informe se puede apreciar el poder recolector que poseen los servidores de internet y las redes sociales que en el mismo interactúan.
Con el argumento de la amenaza del terrorismo se nos forzó a realizar las difíciles pero necesarias concesiones respecto al ideal de la libertad individual y el derecho a la privacidad. Fuimos seducidos para permitir la invasión de nuestras vidas privadas en una supuesta garantía de seguridad internacional. Sin embargo, hoy nos damos cuenta que el argumento del terrorismo para justificar la ilegalidad cometida es insostenible. Es bien sabido que para combatir el terrorismo se comparte información entre las policías de los países aliados. En cambio, lo que verdaderamente se consigue con la intervención ilegal de las comunicaciones de los países son fines políticos, comerciales e industriales, mediante métodos ilegítimos.
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