miércoles, 20 de marzo de 2013

Las Pascuas floridas y la leyenda del conejo con semen chocolatado


Si existe algo patético en el mundo entero es la maldita y tradicional costumbre de enseñar lo religioso con leyendas extrañas llenas de ilusión. Este  método pedagógico de Babilonia la grande, a pesar de ser tan atroz, nubla las consciencias humanas y las conduce desde muy pequeñas a creer y aceptar todo lo que el sistema dice, enseña y acostumbra a hacer. Todo esto hasta que alguna desilusión propia de la edad tire abajo todas esas creencias y anuncien un tiempo nuevo para volver a aceptar otra ilusión, pero esta vez más acorde a la edad.

Entre esas tantas patéticas historia, nos encontramos, cada año y para esta época, con la creencia del conejo pascuero (no confundir con el bien ponderado viejo pascuero, versión chilena de santa claus). Mito ridículo y anti-biológico que los adultos gozan en darle a sus pequeños para estos días.

De aquí surge un gran y nuevo interrogante: ¿qué fue primero, el conejo o el huevo?. Con toda esta mezcla de tradiciones extrañas y ridículas, los niños del sistema babilónico llegan a  pensar que los conejos ponen huevos como las gallinas. 

¿Qué tendrán que ver los conejos y los huevos con la Pascua?

La leyenda del conejo de la tumba.

Cuenta esta leyenda católica que cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, había dentro de la cueva un conejo escondido que, muy asustado, veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto. 

El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada. Lo veía y lo veía y se preguntaba quién sería ese hombre a quien querían tanto las personas. 

Así pasó mucho rato viéndolo, todo el día y toda una noche, cuando de repente vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca! 

El conejo comprendió (¿?) que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría, y así lo hizo. Desde entonces, según la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y que hay que vivir alegres. Según Barbara Martin, el conejo hace huevos de chocolate. (FuenteWikipedia)

Lo gracioso de esta ridícula historia es que millones de almas la creyeron y la transmitieron a sus generaciones como un símbolo pascual digno de ser recordado cada domingo florida de resurrección.

La serpiente antigua engañando con sus imitaciones del diseño original.


Aunque sus orígenes no están muy definidos, se supone que la elección del conejo se debe a su conocida capacidad de procreación, de gran valor simbólico en una temporada de fiestas dedicadas por las religiones paganas a la fertilidad de la tierra tras el invierno.

Desde antes de Cristo, el conejo era un símbolo de la fertilidad e inmadurez gonadal (testicular) asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril. En alusión a esa diosa, en algunos países a la festividad de Pascua se la denomina "Easter". The Westminster Dictionary of the Bible (El diccionario Westminster de la Biblia) recoge que Easter era «originalmente la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz y de la primavera, a quien se conocía en anglosajón como Easter». (FuenteWikipedia)
De igual manera, y fomentado por el espíritu de la serpiente, aproximadamente en abril, se celebraba en los pueblos del norte de Europa la festividad de la diosa Eostre, diosa de la luz y la primavera, cuya mascota era un lindo conejito. Hay quién quiere ver en esta diosa reminiscencias de la diosa fenicia Astarté, también diosa de la fertilidad y acompañada por un conejo. La idea del conejo de Astarté se asoció a la remota idea que tenían los pueblos antiguos del norte europeo, que veían en el conejo un símbolo de la superación: sus fuertes patas traseras le permiten moverse siempre hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le dificultan el descenso.


Ya en el siglo VIII los anglosajones habían transferido dicho nombre a la fiesta cristiana que designa la celebración de la Resurrección de Cristo, y adaptaron el nombre de la fiesta pagana, junto a todas sus costumbres y símbolos, en las tradiciones cristianas. A partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania.

Como podemos ver, y sabiendo que siempre ocurrió lo mismo, la tradición católica romana no pudo con una costumbre tan arraigada, de manera que colocó, aprovechando las fechas, al adorable conejito dentro de la tumba de Jesús y así lo santificó. Este conejito sería testigo de la resurrección y su misión dar la buena nueva a todos los niños. Estos conejitos, esconderían huevos pintados de colores en sus nidos, del nido se pasó a la cesta, y de ahí a la costumbre de esconder huevos para que los niños los busquen la mañana de pascua.

¿ Y por qué son de chocolate?


Los primeros católicos asociaron la fiesta pagana denominada Pascuas Floridas con el Pesaj (Pascua de Yahvéh). Desde este error fijaron una época del año cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, al que denominaron Cuaresma,  en la que todos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Alguien de estos paganos convencidos se acordó un día de Pascua, de lo que hacían los egipcios en estas festividades de fertilidad y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó. Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en día.

La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

¿Pero por qué son de chocolate y por qué tienen colores vivos? 

Esa es otra historia y se remonta a la Rusia de los zares. Hacia el siglo XVIII en Europa del Este se celebraba la Pascua regalando huevos duros, como una manera de reafirmar la llegada de una estación próspera. En tiempos de hambre, tenían su onda. Pero por regla general no resultaba un regalo muy atractivo. Así que los zares le dieron la vuelta de rosca para marcar su categoría high class: los empezaron a hacer de porcelana, a decorar con joyas y metales y preciosos, y a coleccionarlos.

En otro de los sincretismos que ni la historia puede explicar, el catolicismo ortodoxo exportó los huevos de colores hasta Occidente, donde gustaron mucho. Los huevos duros y decorados cundieron como una simpática moda a mediados del siglo XIX, hasta que un suizo, pícaro y voluntarioso, se avivó de que si los hacía de chocolate serían furor. Y así están las cosas al día de hoy.

Desde toda esta ignorancia ambas tradiciones tomaron fuerza y se combinaron y así, el buscar los huevos escondidos por el conejito de Astarté simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado, según la muy tolerante Iglesia de Roma.

1 comentarios:

BIEN DICE COMO SIEMPRE, LA TAN SABIA PALABRA DE ADONAI,MI PUEBLO PERECE POR FALTA DE CONOCIMIENTO.GRACIAS POR COMPARTIR,BENDICIONES

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